Este mensaje de Curro Cañete, que recupero muchos años más tarde, me ha llevado a escribir un post sobre lo bonito que es el amor sin ataduras. Y no hablo de amor libre ni de relaciones abiertas, sino del amor verdadero, profundo, sereno. Ese que hay en la amistad, en la familia y en la pareja.
Siempre creí que sería celoso. Me pasaba en algunas relaciones de amistad, que sentía recelo de otras personas cuando se acercaban a quienes yo consideraba parte de mi círculo. Conté en algún otro post que siempre me sentí en un punto intermedio de socialización: demasiado "hombre" para ser parte del grupo de ellas y demasiado "poco hombre" para estar en el de ellos. Cuando había grupo mixto, todo bien. Pero en las reuniones de unas y de otros, jamás se contaba conmigo. No encajaba.
De esa época no sabría decir si eran celos absolutos o era simple tontería adolescente. Quizás eran los efectos del acoso, del miedo que sentía a "estar solo" y de no tener a quien recurrir. La soledad, cuando no es una decisión, es muy difícil de sobrellevar. Pero ahora que escribo esto y reflexiono con distancia, calculo que sí, el miedo era lo que hacía surgir ese recelo.
Hoy, a mis 48 años, siento que mis relaciones necesitan ser muy limpias, honestas y transparentes. ¡Amor del bueno! Si estamos juntos, fantástico y maravilloso. Es un buen momento para celebrar y disfrutarnos. Si estamos separados, no hay problema. Simplemente no estamos juntos en ese momento. Pero eso no cambia nada de nada: el cariño no es diferente.
No obstante, cada vez soy más alérgico a las amistades dependientes, tóxicas, demandantes y plagadas de recriminaciones. Peor, las poco auténticas. Prefiero las que son sencillas, tiernas y llenas de cariño. Las de verdad. Las que no necesitan un teatrillo constante de "eres lo más importante en mi vida", "eres el mejor regalo que me ha hecho este año" o "nunca podría vivir sin ti". Incluso soy cada vez más alérgico a los "te quiero" sin sustancia. Creo, más bien, que esas cosas no se dicen, sino que se demuestran.
Me resultan muy falsas las continuas expresiones de cariño, especialmente cuando no se corresponden con las acciones. Si tanto me quieres, ¿por qué me haces sentir como segunda, tercera o cuarta opción? No se trata de que tengamos que hacer todo juntos. Pero no me gusta sentirme como un accesorio, como una carga, como un peso muerto en la vida de los demás. No quiero ser el café después de la comida. Si nos vamos a ver, quiero ser desde el aperitivo en adelante. Si no, no pasa nada. ¡Nos vemos en otra ocasión! Cuando realmente haya ganas. Cuando queramos, todo bien. Cuando no, también. Pero no a medias. No por obligación o por querer quedar bien. Las tibiezas me resultan muy amargas.
Reciprocidad
Creo firmemente que las relaciones sanas necesariamente deben ser recíprocas. No significa que si yo te doy, tú me das. No es una cuenta matemática. Pero me gusta sentir respeto, cariño y aprecio. Me gusta sentirme seguro. Y me gusta saber que, de la misma forma en la que yo estoy cuando me necesitan, podré contar con esa persona en algún momento. ¡No pido más!
Afortunadamente, en mi relación de pareja hay confianza total. Es tranquila, serena y relajada. Es natural. Disfrutamos de la compañía, de la complicidad y del amor, pero también de la independencia y de los gustos diferentes. Sobre todo, hemos aprendido que lo importante es estar. Resulta mucho mejor que estar juntos de forma permanente y artificial, como por obligación.
Casi 21 años después, todavía quiero compartir con mi marido la inmensa mayorías de cosas que me ocurren y es la primera persona a la que le cuento lo bueno y lo malo. No hay mejor compañero de viaje (en todos los sentidos). Pero me gusta que tenga sus espacios y yo los míos, porque independientemente de que somos pareja, somos personas individuales y muy distintas.
Y no hay nada que me haría cortarle las alas ni creo que el pretendiese nunca hacerlo conmigo. Prefiero que cada uno siga su camino a que nos sintamos atrapados y eso acabe rompiendo lo más mágico que tenemos: amor y respeto. De hecho, la gran mayoría de las cosas que hago (y soy) son gracias a su bondad y a que me da el espacio que necesito. Espero corresponderle de la misma manera y seguir haciéndolo en el futuro.
Publicar un comentario