1. Vivo libremente, sin esos miedos que me tensaban el cuerpo y me paralizaban durante mi adolescencia y buena parte de mi vida como adulto joven. Tenía miedo a que me descubrieran, a que me reconocieran, a que me hicieran daño, a que me apartasen, a que me castigasen y a todos esos males que la sociedad se encarga de transmitir, de perpetuar, cuando eres diferente y no encajas en esa falsa sensación de normalidad.
2. Tengo pareja y puedo compartir mis sentimientos con mi familia y mis amigos. Esto es muy importante, teniendo en cuenta que durante años pensé que mi destino era la soltería y que nunca podría llegar a estar con nadie. Hoy comparto con mis padres la alegría de tener a mi marido (sí, marido... ¡me encanta decirlo!), de viajar juntos, de haber podido acompañarles en Chile cuando era necesario, de estar allí como familia.
3. Me ha permitido sacar muchas cosas que tenía guardadas y que por fin he podido publicar en este blog y en otros. Dejar de vivir una doble vida o de ocultar la mitad de lo que me pasaba, me ha permitido acceder a muchos lugares de mi cabeza, de mi corazón y de mis vísceras en los que nunca me había permitido entrar. Me siento más cómodo expresando sentimientos y emociones, cosa que debería ser de aprendizaje obligatorio en las escuelas: el trabajo emocional con uno mismo y con los demás es tan necesario como respirar.
4. Me ha permitido confirmar que el cariño de la gente, que el amor de tu familia y de tus seres queridos no tiene nada que ver con quien te acuestes, sino con cómo eres y la forma en que te comportas con los demás. También me ha permitido aprender de las personas que me rodean, de forma inmediata y en círculos más alejados; también llegar a otras que jamás pensé alcanzar. Es una ventaja que va de la mano con la honestidad y con las redes sociales.
5. Para quien le importe (por suerte, a mí dejó de importarme), calla rumores, frena los cotilleos y las dudas, caldo de cultivo para inventar tonterías. Sí, soy gay, soy maricón, soy homosexual, soy sarasa... llámalo como quieras, pero déjame en paz. Lo soy yo, como miles de otros y de otras que deben enfrentar a diario la ignorancia de los demás. Tengo pareja hombre, somos dos hombres a quienes nos gustan los hombres y ya está. Es todo lo que necesitas saber y nada más te tiene que importar. ¿Qué hacemos y cómo?, es cuestión de dos y de nadie más. Las dudas, puedes despejarlas en Internet fácilmente.
6. Me ha permitido mirar de frente, con la cabeza bien alta, y dejar de esconderme, de esconder mi cuerpo y mis sentimientos. Durante años erradiqué cualquier posibilidad de enamorarme de otro por culpa del miedo y eso no se lo deseo a nadie. Puede sonar cliché, pero una vida en la que parece impensable la posibilidad de tener la compañía romántica de otra persona, es muy triste. Eso duele, hace daño cuando todo el mundo empieza a sufrir la revolución de sus hormonas y tú te tienes que merendar las tuyas, solo, pero sin que se note mucho, vistiendo corazas que son débiles recursos para ocultarse. Por eso, poder decir ahora que me casé, que tengo marido, que tenemos una vida juntos, me parece justo y necesario. Justo, porque sí; necesario, porque es un trabajo esto de la normalización y, mientras más referencias haya, mejor para todos.
7. Me deja espacio para ser libre con mi pluma o con la falta de ella. Con mis modos, mis maneras y todo lo que me hace ser yo. Una condena habitual en la época escolar es hacia el amanerado, el que es más suave... Ahora, fuera del armario, puedes ser quien tú quieras, porque ya no habrá espacio a dudas. Puedes callarle la boca a todos los que se creen más listos que tú y te llaman "maricón", como si tú no lo supieras y como si ellos hubiesen descubierto América. ¡Sí! ¿Y qué? Vaya novedad. Quizás sería tiempo de que se empezase a salir del armario de la imbecilidad también...
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