Sin miedo

 

¿Cuál es el mejor recurso o herramienta que he aprendido en los últimos años, tanto en lo profesional como en lo personal? A no tener miedo. Es una de las mejores experiencias que puedo compartir.

El otro día me entrevistó Miguel Rubio Pino para un episodio de su podcast (que se publicará a finales de abril… ya os contaré) y salió este tema en la conversación. Ir por la vida sin miedo no significa actuar de manera temeraria ni irresponsable. Al contrario, permite tomar las riendas de tus decisiones y acciones sin la injerencia de aquellos factores que puedan distorsionar nuestra visión, especialmente esos que funcionan como freno a la creatividad y a la expresión: ¿Qué dirán de mí? ¿Y si me equivoco? ¿Qué pasa si fracaso? ¿Soy lo suficientemente bueno?

Es importante perder el miedo a las cuestiones que se escapan de nuestro poder. Lo que digan de nosotros, en cualquier ámbito, es algo imposible de controlar. ¿Por qué permitir que algo así nos limite? Equivocarse o fracasar es siempre una posibilidad, porque no somos infalibles. Pero jamás esto debe ser un obstáculo a la hora de crear o actuar. Se debe recurrir a este temor para revisar y repensar nuestras ideas o acciones, que siempre es recomendable, pero nunca deben convertirse en un freno que nos paralice.

Y, en cuanto a ser buenos en lo que hacemos, me gusta trabajar con una idea positiva que, seguramente, me ha dado la experiencia. Soy bueno en lo que hago, sí, y no soy ni el mejor ni el peor. Tengo cosas buenas y otras que no tanto (fortalezas y debilidades), y debo aprender a trabajar para mejorar tanto en lo que ya hago bien como en las otras. Nunca seré tan malo como ayer ni tan bueno como mañana. Vivimos en un constante proceso de aprendizaje y crecimiento, y depende de nosotros mismos sacarle el máximo partido.

Todo esto es fácil decirlo y difícil de poner en práctica. Pero no por eso dejaremos de intentarlo.

En la conversación con Miguel, me hizo una pregunta clave al respecto. ¿Qué situación o experiencia te hizo perder el miedo? Sonreí y le dije: “te puedo decir hasta la fecha exacta”, ante su sorpresa. “El 10 de marzo de 2010”, solté con seguridad. Ese fue el día que salí del armario con mis padres y mi hermana (mi hermano les llevaba un mes de ventaja). Desde entonces, recuperé el poder que había perdido –o nunca había tenido– por culpa del miedo a las consecuencias que pudiera tener para mi vida que se supiera que era homosexual. Y esa sensación no tiene desperdicio.

Descubrí que puedo ser mucho más feliz sin miedo. Pero también más responsable, creativo, confiado y seguro. Eliminar esos factores que distorsionan –y que no están en nuestro poder– además de todas aquellas limitaciones que racional o irracionalmente nos imponemos, abre un mundo de posibilidades. Pero hay que hacerlo de verdad, con convicción. Permíteme darte un consejo a ti que estás leyendo esto: hay que ir más allá de decirlo o publicarlo en redes y, si realmente te importa poco lo que otras personas digan de ti, no lo postees en Facebook o en Twitter (solo demuestra que sí te afecta); simplemente ignóralo y sigue adelante.

Desde ese momento, publiqué libros, grabé podcasts y me he lanzado de cabeza a muchos proyectos que, entonces, por pudor o simple miedo, jamás me hubiera planteado. Creo que mis entrevistas y mis textos son más honestos, porque me atrevo a abordar temas y a hacer preguntas que nunca hubiera hecho. ¿Todo esto me hace mejor? No, por supuesto que no. Pero sí me hace más feliz y más auténtico. Y hoy, que cumplo 19 años viviendo en España, me sirve para mirar atrás y hacer balance entre el Tomás que llegó y el Tomás que soy ahora. El balance, cómo no, es positivo. Y me hace feliz ser testigo y protagonista a la vez de este viaje, y ver qué aventuras más habrá en el futuro. Sin miedo.

0/Post a Comment/Comments

Artículo Anterior Artículo Siguiente