Testamento




Cuando me haya ido, déjame volar en una brizna de viento.
 
Déjame ir sin remordimientos ni reanimaciones. Cuando no haya nada más que pueda decir, recuerda que ya habré vivido todo lo que era posible. Jamás me dejes sin palabras, que sin ellas no sabré seguir.

Deja que el aire se lleve mis recuerdos, mis miedos y mis asuntos pendientes. 

Deja que la brisa meza mi amor por ti, por mi familia y por quienes volaron conmigo durante el tiempo que haya vivido. 

Deja que una corriente de aire limpie mis errores, acaricie mis aciertos y haga silbar en el infinito todas mis aventuras. 

Deja que ella sople las historias que conté y calle las que me llevé conmigo. 

Deja que cante en el cielo que me enamoré de un hombre maravilloso y dulce. 

Deja que les cuente a los árboles cuánto quise, cuánto lloré y todas las risas que reí. 

Deja que esparza mi cuerpo cenizo por todos los lugares que nunca conocí y los que tanto admiré. 

Déjame volar sin ataduras frías ni pesadas losas, que en vida ya tuve suficientes nudos y anclas.

Deja que la vida me lleve si es eso lo que quiere y deja todo lo que sirva para quien lo necesite.

Déjame ir, amor. Solo pido que me recuerdes y que sepas siempre que te amé más allá de lo imaginable y que mi vida contigo me hizo el hombre más feliz de la tierra. 

Déjame ir sabiendo que se acordarán de mí por mis palabras y no por mis huesos. 

Déjame ir sabiendo que me iré volando para siempre.

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