Llevo más de 10 años luchando por la igualdad y la diversidad, por derribar cajas de estereotipos que oprimen. Hace unos días mi hermano y mi cuñada me regalaron mi primera manicura semipermanente con color (es verdad que antes me las mordía y no había dónde pintar), y lo que empezó a rondar por mi cabeza una vez que salí a la calle con las uñas verdes me hizo darme cuenta de que todavía estoy lejos de tener mis cosas resueltas.
Me pasó lo mismo cuando en julio me puse uñas de gel para quitarme el hábito de morderlas... tuve una crisis de masculinidad que duró algo más de una hora, mientras caminaba hacia casa hiperventilando y ocultando mis manos para que nadie las viera, no vaya a ser que lo notaran. De hecho, nadie se daba cuenta. Era solo yo contra mí mismo, mi cabeza y muchos años de adoctrinamiento y programación mental. A veces sigo siendo ese adolescente asustado…
Es verdad que había fantaseado con pintarme las uñas varias veces, pero nunca acababa por decidirme y no me atrevía a dar el paso. Ahora me doy cuenta del peso de aquello que llaman crianza (a veces muy opresiva) en lo que somos de personas adultas. Acepté el regalo encantado, lo disfruté, pero igual tuve otra pequeña crisis.
Es ridículo, lo sé. Pero me ha servido para darme cuenta de que no todo está resuelto en mi cabeza y que hay muchas cosas que me parecen maravillosas en otras personas, pero que a mí me cuesta permitirme. ¿Por qué? Supongo que es el resquicio de agradar y mimetizarse con la "normalidad", de pasar desapercibido en un mundo que, de base, es hostil con la diferencia, con cualquier diferencia.
¡Y mira que es una puñetera laca de uñas! La de cosas que me he podido perder a lo largo de mi vida por no sentirme 100% libre. A veces somos nosotros mismos quienes nos limitamos para no ser vistos o reconocidos... la sombra de los armarios es mucho más grande y abrir la puerta para salir no es el único paso.
Sigo saliendo, sigo aprendiendo. A mis casi 45 años veo que tengo mucho trabajo por delante y que la fantasía de persona liberada, deconstruida y vuelta a construir está en un estado inicial, así que me toca seguir enfrentando mis miedos y mis barreras... ¡Nunca es tarde!
Y ahora, casi cuatro días después, el mundo no se ha caído ni nada ha cambiado. Bueno sí, ahora sé que me gusta pintarme las uñas y que lo haré cuando me apetezca porque sí. Y aprendí que tampoco necesito el permiso de nadie más que de mí mismo. ¡Qué manía con buscar la aceptación fuera, cuando la más importante es la propia!
La sensación de romper con ese peso cada día que pasa, con cada experiencia aprendida, es una sensación maravillosa... paso a paso, poco a poco, #todomejora. Y esta foto (junto a las que puedan venir) son simplemente un recordatorio para que no se me olvide el camino andado y siga avanzando con todos mis colores.
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