Hace 10 años dejé de sentir miedo por ser como soy. Justo hoy se cumple una década desde que mis padres y mi hermana leyeron la carta con la que salía del armario (del clóset) –mi hermano lo había hecho antes como mensajero–. Esa carta hizo saltar por los aires todas las barreras que me había construido alrededor y consiguió que me dejara de importar del todo lo que pensaran los demás sobre mi vida.
En este tiempo, el viaje ha sido espectacular: me casé, mi marido y yo hemos viajado varias veces a Chile a disfrutar de la familia y las amistades, les hemos recibido de visita en Madrid, empecé a hacer activismo, he marchado en varios Orgullos, he conocido y colaborado con maravillosas personas del colectivo LGTBIQ+ y hoy, como punto más alto, soy el casi recién estrenado presidente de It Gets Better España, la asociación con la que llevo trabajando desde 2016. ¡Quién lo hubiera imaginado! Si hace 15 años alguien hubiera dibujado un futuro así para mí, jamás lo hubiera creído.
Si tuviera que arrepentirme de algo sería de no haber salido del armario antes. Pero tengo claro que todo pasó en el momento preciso y cuando yo me sentí lo suficientemente seguro de que era capaz de enfrentar todo lo que viniera. Admiro muchísimo a quienes han emprendido ese camino siendo más jóvenes y con menos herramientas, porque su valentía y su fuerza, así como la necesidad de llevar esperanza a quienes todavía tienen miedo, son la energía que me permite seguir adelante.
Sé que hay quien no está de acuerdo con la necesidad de salir del armario o que no les gusta poner el foco en ese proceso. ¡Por supuesto que debería dejar de existir! Si se naturalizara la diversidad, nada de esto haría falta. No obstante, todavía vivimos en una sociedad que presupone la heterosexualidad y discrimina la diferencia, lo que nos pone en la “obligación” de tener que hacerlo. Mientras eso ocurra, lo que necesitamos es abrir espacios seguros para que este proceso tan personal sea lo más positivo y llevadero posible. Y ese ha sido mi compromiso desde que, a poco de salir del armario, mi madre y mi padre me pidieran compartir la carta que yo les envié para ayudar a otras personas.
Sin saberlo, encendieron la llama del activismo y de un compromiso muy personal: evitar que otras personas tuvieran que esperar a tener 33 años para ser libres. El regalo que a mí me llegó de forma tardía debe ser ofrecido mucho antes, para que nadie se quede con la sensación de haberse perdido una etapa de su vida o de no haber podido vivir las experiencias que el resto de sus iguales. A eso dedico casi todo mi tiempo libre y gran parte de mis sueños.
Me atrevo a decir que no cambiaría nada de mi proceso. Si bien llegó tarde, la vida me ha permitido ponerme al día de muchas cosas que tenía pendientes, sobre todo, la posibilidad de vivir en plenitud, no entendida esta como felicidad absoluta, sino como poder ser yo en todos los espacios, sin máscaras y sin miedo. Principalmente, sin miedo. Viví muchos años escondido como para saber lo que eso significa y el daño que puede hacerle a una persona y a su autoestima.
Agradezco a mi hermano, mi hermana, mi madre y mi padre, a mi cuñada, a mi marido, a amigas y amigos que vivieron conmigo la angustia, primero, y la felicidad después de acabar el proceso. Gracias también a quienes han hecho el camino más fácil y a quienes celebran conmigo esta primera década de libertad. Llegué tarde, pero llegué. Y eso es lo que me permite escribir estas líneas con una sensación de paz conmigo y con el mundo.
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