Interior, exterior

Así como en los últimos días estuve posteando tres canciones muy distintas: Lullaby (Sia), Game called life (Leftover cuties) y Le parapluie (Paloma Berganza), además de hablar de panoramas madrileños, los devenires de la RAE y sobre el libro "El grito de la gaviota", creo que hoy me apetece más escribir desde otro lugar, postear algo distinto. Siempre se habla de lo que ocurre, de los distintos acontecimientos, de las muchas cosas que vemos o que nos ocurren en el día a día. Pero, pocas veces hablamos de lo que está, de lo que se queda, de lo profundo. Pocas veces hablamos desde el corazón, desde la mente y desde nuestro yo interior.

Justamente ayer hablábamos con unos amigos sobre la publicación de un libro que recogía los espontáneos desnudos de miles de internautas que habían colgado sus fotos en lugares públicos (redes sociales, blogs, páginas web, páginas de contactos, etc.), sin el menor espacio para la intimidad. Sí, ellos se desnudan, pero lo hacen desde la protección del "anonimato", de la cámara y sólo desvisten su exterior, su capa primaria. Sí, cierto es que muchos estaban no solo sin ropa, sino que en situaciones más íntimas, pero eso no implica necesariamente que transmitan lo que ocurre más allá de la piel expuesta.

¿Por qué tenemos tanto miedo a exponernos, a abrirnos? Repetido es el consejo de "no te quedes con el culo al aire", utilizado en muchos contextos. Protégete, no dejes que puedan hacerte daño, cuidado con las heridas, teme, toma distancia, sé precavido. Las madres, incluso, repetidamente nos dicen "cuídate", como parte de la despedida habitual. "Besos y cuídate". ¿Tan peligroso es el mundo exterior? ¿Tanto miedo tenemos a los demás?

Pero son miedos ridículos, porque muchos de quienes se protegen en muchos aspectos, pierden todo tipo de precaución tras unas cuantas copas o alguna otra sustancia que provoca la pérdida de la inhibición o la timidez. Doble estándar, como en muchas otras cosas: protege tu corazón, tu interior, pero el cuerpo se expone a lo que venga. Rara paradoja. Bueno, no tan rara.

Dejamos ver lo que queremos mostrar o, al menos, eso pensamos. Nos asusta, a la vez que nos alucina, cuando alguien que no esperábamos traspasa ese umbral y nos dice un par de verdades sobre nosotros mismos, tan ciertas que no podemos evitarlas. Cuando alguien es capaz de leer nuestro discurso y su interlineado, nos ponemos en alerta, pero también despierta una morbosa necesidad de comprender cómo han traspasado la barrera protectora que habitualmente llevamos puesta.

Y a medida que crecemos, es incluso más evidente. Vamos haciendo callo, nos hacemos más duros, menos volubles. Perdemos la inocencia, la capacidad de asombro, la vergüenza y muchas otras cualidades que son inherentes al ser humano. La sociedad es así y nos lleva a eso, podría ser una excusa completamente respetable. No obstante, no resulta nada natural perder parte de nuestra propia esencia. Somos exterior e interior, somos carne y hueso, somos agua y aire, somos fuerza y fragilidad, somos el día y la noche, somos tan contradictorios en nuestra estructura. En suma, somos diferentes y no debemos temer a aquello que nos hace diferentes de los demás. Menos aún a aquello que nos asemeja.

Si perdemos esas contradicciones y sólo nos quedamos con la dureza, la fuerza y la desfachatez, estamos ignorando y dejando pasar tantas cosas a nuestro alrededor. No nos dejamos emocionar, no nos permitimos flaquear y mucho menos caernos. No hay nada mejor que levantarse, limpiarse las heridas y seguir andando. Es parte del viaje. Nos duelen los pies, las rodillas o las caderas; sufrimos de cansancio, calor o frío; sentimos asco, miedo, alegría, ira o furor. Somos multipolares, tenemos manías, ansiedades, filias, parafilias, fobias y tantas otras cosas, pero estamos vivos. Esa es la verdadera vida, la que vivimos como seres completos. Lo demás no es otra cosa que una mediocre actuación en un teatrillo que nos hemos montado para subsistir en un mundo que consideramos hostil, pero al que no le damos oportunidad de acogernos como realmente somos.

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  1. Anónimo14:14

    Los que no se caen, nunca sabrán de la maravilla de levantarse nuevamente ya sea solos o con la yuda de alguien, de equivocarse y poder rectificar, de estar MUY EQUIVOCADOS y encontrar el camino correcto (aunque sea por un tiempo) de llorar, de reir y sobretodo de er ELLOS MISMOS en cualquier lugar y corcunstancia. Las caretas sirven solo para las fiestas de disfraces y SER AUTENTICO es un verdadero regalo. Yo lo tengo (creo) que dices tu hijo que me ves de fuera, a lo mejor estoy equivocada y si es asi trataría de cambiar
    Tu mas fiel seguidora (mientras sea cuerda o nOOOOO???????)
    Mamá

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