Un vicio confesable

Tengo un vicio confesable: entrar en canales de vocal coaches en YouTube y ver sus reacciones a canciones y actuaciones de todo tipo de artistas, del pasado y del presente. Supongo que es por mi sueño frustrado de ser cantante, pero eso será carne de algún futuro post.

Pues en una de esas visitas, hace unos 3 meses, me crucé con una canción de Diana Navarro que se llama El perdón en el canal de Rebecca Vocal Athlete (uno de los que más sigo). Me ha pasado antes con esta cantante: años después de que saque algo, llega a mis manos y me sorprende. No sé si no estoy donde debo, pero es verdad que llego tarde a los hitos de su carrera. Porque creedme, esto es un hito absoluto. Y desde entonces no puedo quitármela de la cabeza...

Lo primero, el videoclip me parece una maravilla. No sé si está hecho realmente en una secuencia única o tiene esos microcortes engañosos que hacen de varias tomas un plano largo muy bien ejecutado. Pero eso es lo de menos. Diana consigue transmitir cada palabra con sus ojos y encima se da el lujo de evolucionar desde ese lugar emocional que te impide mirar a una persona (los primeros 70-75 segundos, y quizás alguno más) hasta sostener su mirada, incluso de manera desafiante y desdeñosa, hacia el final. Es el camino de la redención desde el dolor a la liberación.

Después, la letra. Muy incómoda para grandes cadenas radiales y programas, porque habla de una relación tóxica, de las mentiras, el dolor y de los engaños. Pero no lo hace desde una posición sumisa y victimista, muy habitual en gran parte de las baladas de los años 70, 80 y 90 (salvo honrosas excepciones), sino desgranando uno a uno los elementos de esa masculinidad tóxica que tanto daño hace todavía a la sociedad y que han convertido la relación que describe en un infierno. Y tampoco permite la redención del abuso, sino que se separa del maltrato con el poder y la certeza que otorga hacer lo correcto.

Es una canción que habla de las violencias cotidianas y del daño que pueden hacer. No es una cuestión de agresiones físicas, sino de las heridas más profundas provocadas por la manipulación, los celos, el abandono, el abuso psicológico y el engaño. Por eso resulta tan molesta para el gran público.

En tercer lugar, la técnica vocal. Este claramente no es mi campo, pero puedo decir dos cosas: el control de la respiración (me encanta que se diga habitualmente que es "la mujer de los tres pulmones") y la dinámicadde su voz.

En este tiempo, si no he visto al menos unas 10 reacciones de vocal coaches no he visto ninguna. Y también me he pasado a las de muchas personas que (¿quién sabe la razón?) se dedican a grabar videos mientras reaccionan a canciones o programas y se han subido a la ola de esta cantante. La conclusión general es wow, aunque en general la respuesta es la absoluta ausencia de palabras, incluso entre quienes ni siquiera comparten el idioma y pierden gran parte del contenido de la letra (más con esas traducciones de Google). Y es que su expresividad y el lenguaje oral son los grandes protagonistas de este video, además de Diana Navarro y su talento, claro.

Un dato curioso es que, si bien la canción es de 2016, ha sido la pandemia el escenario en el que han explotado todas estas revisiones a El perdón, acumulando cientos de miles (me atrevería a decir más de un millón) de reproducciones entre todas ellas, y llevando al videoclip oficial a superar las 1,7 millones de visualizaciones (el segundo más visto de su canal).

Llevo varias semanas pensando en este post, pero es verdad que al final es una experiencia personal y única con una canción, con su mensaje y con la voz que la interpreta. Esto, en una deriva mental de las habituales en mí, me lleva pensar en una frase (una de aquellas repugnantes) que me dijeron hace años: "es que a ti te gusta la música de minas (de chicas)", como con desprecio, porque no escuchaba hard rock. Si entonces no tenía problema en reconocerlo, menos ahora. Sí, si existe el subgénero como tal, me encanta la música de chicas. Más si tiene el poderío de esta canción que no merece ni la limitación ni la infraclasificación de nadie y cada quien debe darle el recorrido que su cuerpo le pida. A mí me ha pedido escribir este post. A ti, quién sabe...

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