20 anécdotas

En este segundo repaso de hechos y anécdotas, he recopilado 20 entre los que hay historias sorprendentes, ridículas y vergonzosas. La verdad es que no son grandes relatos, pero son esas que, sin querer, se convierten en recuerdos que me hacen sonreír o sonrojarme. Al final, está claro que la vida está llena de pequeñas cosas que hay que contar al menos una vez.

En la consulta en Facebook para ver si podían identificar la historia que no era mía, esta vez la ganadora fue mi querida Kantauri, Anita María Maldonado. ¡Felicitaciones! 😘

1. He vomitado de la risa hablando por teléfono. Verdadero. Si no recuerdo mal, fue en la época del colegio, plena adolescencia, hablando con Karla Viñals, una compañera con una risa contagiosa como pocas. De esos momentos en que no puedes parar de reír, te atragantas contigo mismo y acabas vomitando en el baño mientras ella seguía a la espera en el teléfono fijo. Siempre he sido de risa floja…

2. He preguntado a propósito por direcciones imposibles: intersecciones de calles paralelas o cruces de calles que están a kilómetros de distancia. Verdadero. En la época universitaria, tuvimos un breve pero intenso pasatiempo con Carolina Alí: salir en coche a hacer tonterías (sanas). Una de las más habituales era preguntar por direcciones imposibles para desconcertar a la gente; otra, preguntar por la calle o el lugar en los que estábamos, como aquella vez que, en el parking del centro comercial, frente a su inmenso cartel, preguntamos que dónde estaba el centro comercial Plaza del Trébol, todo nuestro todo mejor (que era su lema). ¡Ociosos de primer nivel!

3. Durante años pensé que René Descartes y "Decagt" eran dos personas distintas gracias a mi profe de Filosofía y a mi ignorancia. Verdadero. Siempre escuché hablar y estudié a un señor que se llamaba "Descartes" (tal cual). Luego, más tarde, escuchaba de vez en cuando a un tal "Decagt", pero hasta que no lo vi escrito, y creo que fue ya en la Universidad, no me di cuenta de que eran la misma persona… ¡No tengo palabras! Casi al nivel de Sonny Bono 😉 #vergüenza

4. Me caí dos veces subiendo en sentido contrario en una escalera mecánica. Verdadero. Este es uno de los momentos más lamentables de mi historial de caídas y agradezco en el alma que haya sido en la época previa a móviles y cámaras. En la tienda Ripley de Barros Arana, en Concepción, llevábamos un buen rato buscando una chaqueta para comprarme. Mi padre, aburrido de esperar, se fue a dar un paseo mientras mi madre me acompañaba. Cuando la encontramos y era el momento de pagar, no había forma de localizarlo. Así que empecé a recorrer las 6-7 plantas que tenía la tienda. Después de muchas vueltas por todas las secciones posibles, lo vi mientras bajaba yo y él subía, y por más que grité no me oyó. En mi desesperación empecé a subir en sentido contrario a la escalera con la idea de alcanzarlo y todo fue bien hasta que llegué al comienzo de la escalera mecánica: me caí de rodillas y bajé arrodillado casi hasta la mitad. Volví a levantarme y emprendí el mismo camino; me volví a caer. A la tercera, porque en tozudez no me gana nadie, conseguí saltar y llegar, pero mi padre había seguido su camino. Las carcajadas de las dependientas que estaban frente a la escalera resonaron como una pesadilla en mi cabeza durante mucho tiempo, igual que las marcas en mis piernas…

5. Me he despertado de mis propias carcajadas. Verdadero. Sí, y es relativamente habitual. Me río mucho en sueños y es una sensación espectacular despertarse así.

6. Por la noche me he dado la vuelta para darle cabezazos a mi marido e intentar echarle de la cama. Verdadero. ¡Eso dice! A mí no me consta, pero es una anécdota que cuenta habitualmente. Debo decir que estaba advertido, porque siempre he dicho que hago cosas durmiendo: una amiga dice que hice una especie de baile cuando me fue a despertar una noche que decidimos estudiar por turnos de 30 minutos mientras el otro dormía… claramente no resultó; por lo visto una vez le solté a mi padre una retahíla de insultos cuando fue a despertarme para que le acompañara al mercado, como yo le había dicho. En mi defensa, no soy consciente de ninguna de las dos historias, pero me resultan totalmente creíbles.

7. Me quedé dormido cuando me tocaba copresentar un programa de radio de cuatro horas. Verdadero. Que se lo pregunten a Javiera Loosli, que era mi compañera de programa ese día. Me llamaron por teléfono unos minutos después de empezar y conseguí llegar cuando ella ya llevaba sola casi una hora con todo el peso del programa. Durante un buen rato fue incapaz de mirarme y perdonarme…

8. He visto a una araña meterse en mi entrepierna. Verdadero. Uno de los momentos más angustiosos de mi etapa escolar. Estaba en el preuniversitario en clase de Geometría un sábado por la mañana. De repente, una araña más gorda de lo habitual, patas cortas y de color oscuro estaba en mi muslo interior. Mi corazón se detuvo e intenté empujarla y tirarla al suelo con el lápiz con el que estábamos haciendo en silencio una guía de ejercicios. No lo conseguí y ella no encontró nada mejor que hacer que meterse en mi entrepierna. Acto seguido, me levanté, me quité la parka y empecé a saltar en la última fila de la sala. Fernando Poblete consiguió empujarla con un cuaderno mientras subía raudamente por mi culo hacia mi espalda. Ante la atónita mirada del profesor, comenté que había una araña e intenté retomar calmadamente mis deberes, pero mis manos temblaban tanto que apenas pude hacerlo. Sí, soy bichofóbico total.

9. Intenté negociar con mi asaltante para beneficiarme yo del robo. Verdadero. Otro momento ridículo del que, debo reconocer, tengo ciertas lagunas. Tres de la tarde en la Alameda de Talca, pleno verano. Yo iba a casa de mi amiga Caterina con una billetera (cartera) con 1.300 pesos (era menos, pero no recuerdo la cantidad) y una cajetilla y media de cigarros. Se acerca un chico más o menos de mi edad y me pregunta por una piscina donde pasar la tarde. Mientras seguía caminando a mi destino, le respondí y él seguía a mi lado. Cuando llegué a la esquina donde tenía que girar, dijo algo así como: te iba a asaltar, pero me caíste bien. Y de repente acabó diciéndome que llevaba una navaja en el bolsillo y que le diera todo lo que llevaba. Y ahí empezó el intento de negociar, que no resultó. Le dije que le daba los 300 pesos, pero que me quedaba con los mil y lo mismo con los cigarros: le entregaba la que estaba a medias y me quedaba con la nueva. Evidentemente no aceptó y al final tuve que entregarle todo. ¿Sabes como siempre imaginas que vas a reaccionar y darle una patada en los huevos y esas cosas? Pues fue todo tan surrealista que me quedé absolutamente en blanco. Por cierto, se despidió de abrazo… ¿cómo te quedas?

10. He llamado a personas inexistentes y/o desconocidas por el altavoz de un centro comercial. Verdadero. Sí, lo he hecho. Otro momento de ociosidad con Carolina Alí. Nos acercamos al mesón de informaciones en un centro comercial y pedimos que por favor llamaran a Silvana Apra, una compañera fantasma que nunca fue a clase, y esperando cerca para ver si aparecía o no. Evidentemente, no tuvimos respuesta.



 

11. He escrito en el chat erróneo y he puesto verde a la persona equivocada. Falso. Esto no me pasó a mí directamente. Cogí la anécdota de otra persona, aunque yo estaba presente.

12. Le salvé la vida a un abuelo en las escaleras mecánicas. Verdadero. ¡Uf! Me acuerdo y me tiemblan las rodillas. Subía yo por unas largas escaleras del Metro de Madrid, cuando de repente un abuelo, que venía unos 5-6 peldaños por delante, se desplomó de espaldas. Cayó directamente en mis brazos y no sé dónde puse el pie para mantener el equilibrio y no seguir rodando los dos hacia atrás. Fue uno de esos momentos impactantes… Finalmente llegamos arriba, me agradeció y se fue. Estuve entre orgulloso y tembloroso durante un buen rato.

13. Me abrí de piernas a lo Jean-Claude Van Damme. Verdadero. Fuera de un edificio en construcción, todo barro y horas después de una intensa lluvia, intenté correr para esconderme de alguien y hacerle una broma, y acabé con las piernas totalmente abiertas a lo Van Damme, siendo capaz solo de murmurar: ¡Ay! Al levantarme, parecía que me hubiera bajado recién de un caballo y apenas podía andar.

14. En una obra de teatro interpreté a una araña que después se transformaba en princesa. Verdadero. No sé si fue en 6º o 7º de EGB, pero sí: interpreté a una araña que se convertía en princesa (que era el papel, si no recuerdo mal, de Carolina Fernández). Una obra bastante mala, pero que era la que tocaba. Otra anécdota es que, en el ensayo general el día anterior, me habían pintado una tela de araña en la cara y se me olvidó que la tenía pintada. Al volver hacia casa caminando, un par de personas me llamaron “Spiderman” y yo me preguntaba cómo sabían que ese era mi papel. Al llegar y entrar en el baño, pude entender todo… Intenté quitarme el maquillaje, pero no se iba… entre calor y sudor, eso fue una tarea titánica.

15. En Italia intenté comprar una focaccia con "tomatte" (con acento de Roberto Benigni) ante la mirada incrédula de la dependienta. Verdadero. Sí, ridículo total. Todo el rato pensando en pomodoro, pero a la hora de pedir en una maravillosa panadería en Milán, hice doble traducción y me quedé con el “tomatte” y no podía comprender que no me entendiera si yo lo estaba diciendo tan claro. Ivor me hace bullying hasta hoy. Tengo otra historia peor con el queso en Italia, pero esa me sigue doliendo en el alma y me hiere el orgullo…

16. Sentí el terremoto de Chile de 2010 desde Madrid. Verdadero. Me desperté a la misma hora de un salto, sin aire y con una sensación muy inquietante. Pensé que era una pesadilla e intenté volver a dormir, pero no pude. Entonces se me ocurrió entrar en la prensa chilena por Internet (algo que no hago prácticamente nunca) y supe exactamente la razón de mi sobresalto. Nunca he podido encontrar la explicación.

17. He atendido llamadas eróticas. Verdadero. Al empezar el turno de la tarde de mi jornada como teleoperador, de repente la voz de un hombre muy agitada empezó a decir cosas muy subidas de tono: lo que me quería hacer, lo que quería que le hiciera, cómo iba a terminar, etc. Pensando que era una novatada, miré alrededor para buscar al gracioso de turno. Cuando alguien vio mi cara descuajeringada, me preguntó: ¿Te ha tocado atender al guarro? Claramente sabían quién era… llamaba todos los días. Como en ese entonces yo era nuevo y no me atrevía a cortar llamadas, me tocó “atenderle” muchas veces más. ¡La gente está muy necesitada de cariño!

18. Mi teléfono ha sonado en medio de una función teatral, en primera fila. Verdadero. Primera fila de un teatro con las butacas a la misma altura que el escenario. Un intenso monólogo, muy denso, y el protagonista literalmente en mis pies, a la altura de mi bolso. Y me llega un mensaje de texto. En ese momento tenía un politono que duraba aproximadamente 8 segundos. Mi cara de espanto, su cara de odio, la vergüenza infinita… Al salir, el director, un amigo nuestro, salió echando pestes por el imbécil que no apagó el teléfono en la función. Tuve que decirle que era yo…

19. Me caí de la silla en medio de la comida en un banquete de boda. Verdadero. El matrimonio de mi amiga Caterina, una cena riquísima y una mesa muy animada. Yo, sentado al borde de la silla y de repente se abrieron las patas. En un segundo, mi cara estaba dando contra el suelo, la silla recuperó su forma y de un salto volví a estar sentado en mi sitio. Podría haber pasado inadvertido, pero…

20. Después de pedir la bebida en un restaurante me di cuenta de que apenas llevaba dinero, así que solo pude tomar un postre. Verdadero. Cuando eres universitario en otra ciudad estas cosas pueden pasar. Estaba seguro de tener dinero, pero no. Menos mal que se me ocurrió mirar antes de pedir, porque encima nos sentamos en un sitio que era demasiado caro para mi presupuesto de entonces… Y me pedí una deliciosa copa de helado ante la mirada de odio del camarero.

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