A Nabila le arrancaron los ojos
por ser mujer. Su cráneo y sus dientes estaban destrozados después de ser
golpeada con una piedra. Nabila es madre de cuatro hijos. Nabila ha sido
víctima de un acto de violencia. Nabila es una superviviente…
Hace casi un año, Chile se despertaba
conmocionado por un caso de violencia de género que destacaba entre los demás
por dos cosas: su brutalidad y porque ella sobrevivió. Nabila Rifo ha declarado
esta semana en contra de su agresor, su expareja y padre de sus dos hijos,
contando su experiencia de maltrato y agresiones.
Pero la defensa del agresor se
aventuró en una serie de preguntas sobre la vida sexual y las preferencias de
la víctima, como argumento para desprestigiar su testimonio y culpabilizarla
del acto de violencia que había sufrido. ¿De verdad es eso posible? Sí,
lamentablemente sí.
Incluso hoy, 28 de marzo de 2017,
puede ocurrir algo así. Todavía se sigue
culpando a la víctima de violación como fuerza tentadora ante el débil e
hipersexuado macho; todavía hay quien se cree el mito que una mujer prostituida
está ahí porque quiere, porque le gusta; aún perpetuamos comportamientos “masculinos”
y “femeninos” desde la más tierna infancia; todavía normalizamos la
cosificación del cuerpo de ellas y otros tantos comportamientos que transmiten
mensajes erróneos a nuestras hijas e hijos.
Pensemos un momento en un cuento:
él es el héroe, el príncipe valiente y aguerrido; ella, el premio que le espera
a él después de su aventura… Parece inocente, pero no lo es. Ellos se educan en
un entorno sociocultural donde ellas son algo que les corresponde, les
pertenece, por ser hombres. Y esta es solo una pequeña muestra de lo que
podemos encontrar en el currículo educativo, en el cine, la televisión, la
publicidad, la música, la literatura… ¡Una historia sin fin!
La forma de luchar contra esto es
la educación. Educación en igualdad, en respeto, en valores. Una educación que
permita derribar estereotipos, ideas erróneas y construcciones sociales basadas
en un patriarcado que ha hecho mucho daño. Tanto, que pensamos que Nabila puede
ser menos víctima si ofrecemos evidencia de que tenía una vida sexual activa,
de que había tenido o tenía más parejas… ¡¿Qué más da?!
Independientemente de la vida que
haya llevado, Nabila, como muchas otras mujeres, no quería que le arrancasen
los ojos ni que la golpeasen repetidas veces. Su vida sexual, activa o no,
diversa o no, excitante o no, no debe utilizarse como una forma de restar
crédito ni para reducir su condición de víctima de una agresión brutal que
merece castigo... ¡Su pasado no puede funcionar como un atenuante para la
condena de su maltratador!
Pero Nabila es mujer y no tiene
grandes recursos. Y eso, lamentablemente, todavía parece ser un delito más
grave que el cometido por un agresor despiadado.
Publicar un comentario