El negocio de la trata se lucra de la explotación y el traslado de seres humanos, generando 5 millones de euros al día en España, según Mabel Lozano en el documental Chicas Nuevas 24 Horas (España, Argentina, Colombia, Perú y Paraguay. 2015), el último film que ha estrenado la directora toledana en el Festival de Málaga de 2015 y que, por unos segundos, dejó al público sumido en el más absoluto silencio. A partir de entonces, ha ido consiguiendo premios y reconocimientos allí donde va, tanto en España como en el extranjero, pese a su limitada distribución en salas comerciales.
Pero veamos las cosas en perspectiva: no es el mejor documental que presenciaremos en las pantallas en cuanto a su cuidada estética, aunque su vocación informativa lo convierte en una pieza estupenda para sensibilizar e incomodar a partes iguales. Y es que sí, Chicas Nuevas 24 Horas es un film incómodo, áspero y nada sensiblero. Podría haberlo hecho, qué duda cabe, pero Lozano se inclinó por la cruda realidad de las víctimas de la trata de seres humanos, específicamente aquellas que son trasladadas y engañadas con fines de explotación sexual.
Como las medidas del Gobierno han sido poco exitosas en la lucha con este delito, pese a los esfuerzos de la Policía y de otras instituciones, se hace absolutamente indispensable una labor de sensibilización y educación para que jóvenes y adultos, no solo en España sino que en todos los rincones del planeta, conozcan qué hay detrás del negocio de la prostitución en la gran mayoría de los casos. Y son las historias de cuatro víctimas las que completan el puzle de realidad que la directora muestra: Ana Ramona, colombiana; Yandy, peruana; y Estela y Sofía, ambas paraguayas.
Yandy y Sofía fueron tratadas siendo menores de edad. Una en su Perú natal, pero llevada a las zonas de la minería ilegal de extracción de oro en Madre de Dios; y la otra, en España, a sabiendas de su tía y de su pareja, que también explotaron a una prima suya. Una por una, vamos conociendo la historia de horror de estas 4 mujeres, de distintos orígenes y distintas edades, pero con un denominador común: la falta de recursos, la ausencia de expectativas y la necesidad apremiante de sacar adelante a sus familias.
En la realidad, se “invita” a las víctimas a costearse los gastos del viaje a través de agencias o personas que les prestan el dinero a cambio de hipotecar las casas o los terrenos familiares. Con ese dinero, compran los billetes, ropa e incluso cogen clases de idiomas para “pasar” por turistas en los controles de inmigración. Llegan a destino y son recluidas en espacios mínimos, les quitan su documentación y comienzan a amenazarlas de distintas maneras para que paguen su deuda, obligándolas siempre a trabajar en prostíbulos, clubes de alterne, pisos privados y otros espacios. Les hacen pagar por la comida y el alojamiento, por el uso de los baños, por el acceso a medicamentos si se enferman, por su comportamiento, etc., en un régimen de terror y esclavitud permanentes.
Y con todo esto nos enfrentamos a medida que pasan los minutos del documental: con una realidad asquerosa y repugnante que, de forma inocente, creemos que ocurre lejos, en otras tierras, pero que se produce apenas a pocos metros de nuestro portal, del colegio de nuestros hijos, de nuestro lugar de trabajo.
Su fuerte no es la estética, ni la música ni la técnica, sino que es la realidad, la más cruda realidad, pero contada con la frialdad que merece un negocio multimillonario que no tiene reparos en amenazar, robar, explotar, esclavizar, trasladar y matar si hace falta. Por eso es un trabajo difícil de juzgar en el ámbito técnico o puramente artístico, ya que la fuerza de su mensaje barre con cualquier imperfección detectada o la reduce a un mero factor secundario.
Fue una jugada arriesgada la de la directora la de no explotar la lágrima y el drama, porque eso vende y genera reacciones, aunque efímeras. En cambio, al abordar el tema con la crudeza y la frialdad del negocio, poniendo el foco en la transacción y no en el “producto”, el posible riesgo se transformó en una mano segura, en una mano fuerte que golpea al público y lo deja epatado, colgando de las butacas, sin saber qué pensar, si aplaudir o no, si decir que le ha gustado o no. Causa desazón y bastante angustia. Y también emociona, por supuesto, pero lo hace de otra forma, tocando otros puntos sensibles. Con estas bazas son con las que juega Mabel Lozano para incomodar al espectador en su asiento, para impactarlo cifra a cifra, dato a dato, testimonio a testimonio, sin darle tregua para el descanso en su justo y preciso metraje de 70 minutos.
Y es que la lucha contra la trata no se hace desde los grandes despachos ni a golpe de decretos. Vencer a este delito, que no es otra cosa que una violación de derechos humanos, depende de la labor educativa que se haga en los centros, en las familias y en las organizaciones sociales. Depende de que seamos capaces de desincentivar la demanda para que deje de haber oferta. Depende de la educación en igualdad, del respeto y del reconocimiento de este delito. La lucha contra la trata no se hace efectiva con la legalización, sino con una mayor severidad en los castigos y en la responsabilidad que se aplica a los tratantes y a los propios clientes.
Hasta ahora, el documental se ha estrenado con éxito en 4 países (España, Paraguay, Bolivia y Brasil) y en más de 30 ciudades hispanoamericanas, y su agenda para 2016 viene cargada de festivales y eventos. Además, ha sido doblada al guaraní y al quechua para alcanzar a las comunidades de las que salen muchas de las víctimas de trata peruanas y paraguayas que llegan a España para ser explotadas. Ha sido visto por más de 5.000 estudiantes de Secundaria dentro de su vocación educativa y sensibilizadora, además de haber sido proyectado en 10 centros universitarios españoles. Chicas Nuevas 24 Horas ha recibido el premio Signis en el pasado Festival Internacional de Santa Cruz (Bolivia), ha sido uno de los documentales nominados a los Premios Goya 2016, pero también ha sido declarado como Bien de Interés Cultural en Paraguay, entre otras distinciones y reconocimientos como el Medio de Comunicación más solidario con las mujeres para todo el trabajo de Mabel Lozano, concedido por Mujeres para el Diálogo y la Educación; el reconocimiento del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia sobre la Mujer para la directora, nominaciones en varios certámenes nacionales y extranjeros, así como el aplauso de crítica y público, quienes, la mayoría de las veces, acaban rendidos ante la realidad contada con talento y con mucha maña. Y al final es eso lo que queda en el espectador, es eso lo que lo toca, dejando completamente en el olvido su falta de preciosismo y de innovadora técnica. Su mayor mérito, pese a quien pese, es la revolución de las conciencias.
Pero veamos las cosas en perspectiva: no es el mejor documental que presenciaremos en las pantallas en cuanto a su cuidada estética, aunque su vocación informativa lo convierte en una pieza estupenda para sensibilizar e incomodar a partes iguales. Y es que sí, Chicas Nuevas 24 Horas es un film incómodo, áspero y nada sensiblero. Podría haberlo hecho, qué duda cabe, pero Lozano se inclinó por la cruda realidad de las víctimas de la trata de seres humanos, específicamente aquellas que son trasladadas y engañadas con fines de explotación sexual.
Como las medidas del Gobierno han sido poco exitosas en la lucha con este delito, pese a los esfuerzos de la Policía y de otras instituciones, se hace absolutamente indispensable una labor de sensibilización y educación para que jóvenes y adultos, no solo en España sino que en todos los rincones del planeta, conozcan qué hay detrás del negocio de la prostitución en la gran mayoría de los casos. Y son las historias de cuatro víctimas las que completan el puzle de realidad que la directora muestra: Ana Ramona, colombiana; Yandy, peruana; y Estela y Sofía, ambas paraguayas.
Yandy y Sofía fueron tratadas siendo menores de edad. Una en su Perú natal, pero llevada a las zonas de la minería ilegal de extracción de oro en Madre de Dios; y la otra, en España, a sabiendas de su tía y de su pareja, que también explotaron a una prima suya. Una por una, vamos conociendo la historia de horror de estas 4 mujeres, de distintos orígenes y distintas edades, pero con un denominador común: la falta de recursos, la ausencia de expectativas y la necesidad apremiante de sacar adelante a sus familias.
¿Cómo se convierte a una mujer en esclava?
La mayoría de las veces, ellas son engañadas con promesas de una vida mejor, de ganar más dinero para ayudar a sus familias o de parientes que les dan unos contactos reales en otros países para trabajar en mejores condiciones. A partir de ahí, comienza su descenso a los infiernos de la trata de personas (por cierto, no de blancas, ya que es un concepto obsoleto y erróneo).En la realidad, se “invita” a las víctimas a costearse los gastos del viaje a través de agencias o personas que les prestan el dinero a cambio de hipotecar las casas o los terrenos familiares. Con ese dinero, compran los billetes, ropa e incluso cogen clases de idiomas para “pasar” por turistas en los controles de inmigración. Llegan a destino y son recluidas en espacios mínimos, les quitan su documentación y comienzan a amenazarlas de distintas maneras para que paguen su deuda, obligándolas siempre a trabajar en prostíbulos, clubes de alterne, pisos privados y otros espacios. Les hacen pagar por la comida y el alojamiento, por el uso de los baños, por el acceso a medicamentos si se enferman, por su comportamiento, etc., en un régimen de terror y esclavitud permanentes.
Y con todo esto nos enfrentamos a medida que pasan los minutos del documental: con una realidad asquerosa y repugnante que, de forma inocente, creemos que ocurre lejos, en otras tierras, pero que se produce apenas a pocos metros de nuestro portal, del colegio de nuestros hijos, de nuestro lugar de trabajo.
Su fuerte no es la estética, ni la música ni la técnica, sino que es la realidad, la más cruda realidad, pero contada con la frialdad que merece un negocio multimillonario que no tiene reparos en amenazar, robar, explotar, esclavizar, trasladar y matar si hace falta. Por eso es un trabajo difícil de juzgar en el ámbito técnico o puramente artístico, ya que la fuerza de su mensaje barre con cualquier imperfección detectada o la reduce a un mero factor secundario.
Fue una jugada arriesgada la de la directora la de no explotar la lágrima y el drama, porque eso vende y genera reacciones, aunque efímeras. En cambio, al abordar el tema con la crudeza y la frialdad del negocio, poniendo el foco en la transacción y no en el “producto”, el posible riesgo se transformó en una mano segura, en una mano fuerte que golpea al público y lo deja epatado, colgando de las butacas, sin saber qué pensar, si aplaudir o no, si decir que le ha gustado o no. Causa desazón y bastante angustia. Y también emociona, por supuesto, pero lo hace de otra forma, tocando otros puntos sensibles. Con estas bazas son con las que juega Mabel Lozano para incomodar al espectador en su asiento, para impactarlo cifra a cifra, dato a dato, testimonio a testimonio, sin darle tregua para el descanso en su justo y preciso metraje de 70 minutos.
La voz de las voces silenciadas
Chicas Nuevas 24 Horas es la voz que aglutina todas las voces silenciadas de aquellas víctimas que han sido desnudadas de derechos y de su libertad, ante la parsimonia de los gobiernos centrales y de las autoridades locales, tanto de los países de origen como de los de destino en los que son esclavizadas y explotadas.Y es que la lucha contra la trata no se hace desde los grandes despachos ni a golpe de decretos. Vencer a este delito, que no es otra cosa que una violación de derechos humanos, depende de la labor educativa que se haga en los centros, en las familias y en las organizaciones sociales. Depende de que seamos capaces de desincentivar la demanda para que deje de haber oferta. Depende de la educación en igualdad, del respeto y del reconocimiento de este delito. La lucha contra la trata no se hace efectiva con la legalización, sino con una mayor severidad en los castigos y en la responsabilidad que se aplica a los tratantes y a los propios clientes.
Hasta ahora, el documental se ha estrenado con éxito en 4 países (España, Paraguay, Bolivia y Brasil) y en más de 30 ciudades hispanoamericanas, y su agenda para 2016 viene cargada de festivales y eventos. Además, ha sido doblada al guaraní y al quechua para alcanzar a las comunidades de las que salen muchas de las víctimas de trata peruanas y paraguayas que llegan a España para ser explotadas. Ha sido visto por más de 5.000 estudiantes de Secundaria dentro de su vocación educativa y sensibilizadora, además de haber sido proyectado en 10 centros universitarios españoles. Chicas Nuevas 24 Horas ha recibido el premio Signis en el pasado Festival Internacional de Santa Cruz (Bolivia), ha sido uno de los documentales nominados a los Premios Goya 2016, pero también ha sido declarado como Bien de Interés Cultural en Paraguay, entre otras distinciones y reconocimientos como el Medio de Comunicación más solidario con las mujeres para todo el trabajo de Mabel Lozano, concedido por Mujeres para el Diálogo y la Educación; el reconocimiento del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia sobre la Mujer para la directora, nominaciones en varios certámenes nacionales y extranjeros, así como el aplauso de crítica y público, quienes, la mayoría de las veces, acaban rendidos ante la realidad contada con talento y con mucha maña. Y al final es eso lo que queda en el espectador, es eso lo que lo toca, dejando completamente en el olvido su falta de preciosismo y de innovadora técnica. Su mayor mérito, pese a quien pese, es la revolución de las conciencias.
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