tolerar.
4. tr. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Cuando hablamos de tolerancia -y sí, me estoy refiriendo al tema de la homosexualidad-, ¿cuál de las acepciones es la que más se ajusta a su realidad? ¿Sufre y lleva con paciencia que dos hombres se besen y puedan casarse? ¿Prefiere la conveniente -para algunos- alegalidad de esa unión que no se tiene por lícita, pero que se permite, aunque siempre con reparos y con condescendencia mal entendida: "mientras no tenga que verlo o no se me acerquen o no me intenten convertir"? ¿O es de los que simplemente resiste y soporta su existencia?
La tolerancia resulta siempre un arma de doble filo. ¿Por qué un ser humano debe tolerar a otro? ¿No sería más adecuada la sana convivencia, el respeto y la aceptación de las individualidades? O, incluso más, ¿quién es usted para tolerar o no a alguien? ¿Quién le ha otorgado ese poder superior que le permite decidir si sufre, permite, resiste o soporta a otra persona? No confundamos el concepto de querer a o de intimar con todo el mundo, porque es imposible. Somos humanos y no tenemos que llevarnos bien ni ser todos amigos; pero sí debemos convivir, compartir espacios, ser educados, ser cívicos, ser sociales, ser personas. Y en eso no tiene cabida la "tolerancia" en sus tres primeras acepciones, sino en la cuarta: "Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias". ¡RESPETAR!
Así llego al siguiente punto: cuando pedimos legislar sobre el matrimonio homosexual, el AVP, la convivencia civil, las parejas de hecho o póngale el nombre que quiera, no se trata de una falta de "tolerancia" al matrimonio entre un hombre y una mujer; no es una falta de respeto a la sociedad ni a la vida; no es un atentado contra la Constitución ni contra la Iglesia ni contra sus creencias, cualesquiera que ellas sean... Es simplemente la petición de reconocimiento de los derechos que, como ciudadanos en igualdad de condiciones ante la Ley y ante el Estado, nos corresponden a todos. Y eso, señoras y señores, se llama convivencia, se llama igualdad, se llama equidad, se llama respeto.
Ni usted ni nadie tiene el derecho a despreciar a nadie por su "Ser". Yo no le desprecio por sus creencias ni por las decisiones que ha tomado en su vida; no le rechazo por ser heterosexual, por ser fanático del fútbol o por rezar antes de dormir; no le repudio por la forma en que educa a sus hijos o a sus hijas; no desapruebo sus manifestaciones públicas de cariño, excesivas o discretas; ni siquiera me planteo o no "tolerarle"; simplemente, asumo que es parte de la convivencia social y le respeto. Le respeto porque es un ser humano, sin siquiera valorar si es buena o mala persona, que para eso hay otras instancias. Pero sí me doy el espacio de elegir con quién comparto mi vida y con quién celebro triunfos y fracasos, penas y alegrías, noticias nuevas y viejas... Y los "tolerantes" y los "intolerantes" no tienen espacio en mi vida. Ya no. Me aburrí de ser tolerado. Quiero ser respetado. Así que, si no tiene esa capacidad humana y social básica, ¡váyase a tolerar a otra parte!
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