La sociedad no se destruye, solo se transforma


En su colaboración de esta semana con el Periódico Escuela, Carmen Guaita cita a Lourdes Gaitán, presidenta del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), quien "anima a considerar a los niños y adolescentes única y exclusivamente como presentes, es decir, sujetos plenos y reales, aquí y ahora. Exige que se aprecie cómo aportan su singularidad a la construcción de la familia, la escuela y la sociedad, y no solamente cómo reciben pasivamente de ella".

Y sigue: "Si los niños y adolescentes son verdaderos actores de la vida social, entonces participan de las mismas ventajas, desventajas y riesgos que el siglo XXI impone al resto de las personas, y están afectados de lleno por los cambios vertiginosos de nuestro mundo globalizado. Si son personas del presente, plenas en su estado actual, son capaces de ser y de obrar, de participar y de reinterpretar lo que sucede (...) Solo así se puede comprender por qué los niños son sujetos de derechos, por qué aprenden mucho más de lo que les enseñamos los adultos, por qué se impregnan de lo que les rodea y reciben tantas influencias externas, por qué deben ser escuchados, atendidos y considerados en la familia, la escuela y la sociedad".

Además, Gaitán propone "considerar que la etapa escolar es un trabajo real, que los niños llevan a cabo sin que nadie lo considere como tal, pero que constituye una aportación indudable a la riqueza de un país. A la riqueza moral y cultural de su ciudadanía, claro está".

Y las palabras de Lourdes Gaitán vienen como anillo al dedo para volver al tema de la poca confianza que tienen los padres en la capacidad de sus hijos de discernir lo que ven en su entorno y de aprender sin prejuicio, al menos, sin aquellas barreras que la sociedad, a través de la familia, la escuela y las religiones, va imponiendo para conformar entornos cerrados, intolerantes y polarizados, además de individuos potencialmente castrados emocional y socialmente, entre los que por supuesto me incluyo, porque también he padecido mi buena dosis de "socialización".

Por otra parte, Virginia Galvin, en su blog Agujeros Negros II, se dedica a comentar cómo ha cambiado de una generación a otra el rol de los padres, pasando de una "distancia esforzada" a una "vigilancia obsesiva". Y añade: "Como si nos creyéramos capaces de llevarlos en brazos para que no pisen las inevitables brasas ardiendo del suelo que es la vida".

Hay quienes todavía consideran que la etapa de 0 a 6 años es asistencial, casi como una eterna guardería poblada de hadas, duendes, dragones y unicornios, donde el juego y la fantasía deben llenar las cabezas de los niños y las niñas, separándolos de "todo ese mal" que ocurre fuera de sus perfectas burbujas. Tampoco se trata de soltarlos libremente y sin vigilancia, no exageremos las cosas. Pero que empiecen a aprender, de acuerdo a su edad y a sus capacidades, qué hay ahí fuera, no solo facilitaría el trabajo futuro de los maestros y de las maestras en la educación básica o primaria, sino que también permitiría a los padres liberarse de la carga de esos pequeños tiranos y compartir con sus hijos las alegrías, pero también las frustraciones y los sinsabores.

Los padres y las madres no están para librar a sus hijos de todo mal, sino para entregarles las mejores herramientas con las que insertarse en la sociedad, ser sujetos de derecho y también responsables de sus deberes, ser solidarios y mejores personas, ser abiertos y considerados, educados y sociables. En suma, ser uno más en la sociedad que los acoge. Por eso, si se les enseñan valores como el respeto y la tolerancia desde pequeños, no solo ganan ellos, los niños y las niñas, sino que ganamos todos como grupo.

Mentes privilegiadas


Minimizar su intelecto, su inmensa curiosidad y esa naturalidad con la que aprenden todo sin cuestionamientos moralizantes incorporados de forma artificial e interesada, es restarles todo tipo de capacidad para construir. Experimentos como el documental Solo es el principio simplemente nos muestran que los niños pueden aprender y hablar de cualquier cosa, y es su propia "mente" la que pone el contexto, suaviza la realidad, la hace encajar con su realidad y con lo que ha recibido, consiguiendo memorables definiciones y explicaciones acerca de la vida.

¿Por qué "Nicolás tiene dos papás" sería algo diferente? Cada niño y cada niña encajará el cuento de la forma en que mejor le parezca. Habrá algunos que pregunten la razón por la que el niño tiene dos papás y habrá otros que ni se planteen una duda. Pero, estoy seguro de ello (y a los comentarios de padres y madres que lo han leído con sus hijos me remito), es que a ninguno le ha generado problemas para dormir, desconfianza en el entorno ni, mucho menos, tendencias homosexuales.

Es agotador pensar que hay gente de mi edad, preparada, bien educada, que considera que la unión de parejas homosexuales "atenta" contra algo. En España, hace 10 años se esgrimían ese tipo de argumentos ante la inminente Ley de Matrimonio Homosexual: "Atentan contra la familia", "La sociedad se destruye", etc., y todas esas argumentaciones basadas en la fantasía rigurosa de una creencia religiosa particular, sin respaldo empírico alguno. Y aquí estamos, 10 años después en una sociedad que se rompe por la corrupción de los políticos que apuntaban con el dedo los "peligros" de promulgar dicha ley, que se rompe por la falta de credibilidad en las instituciones de Gobierno y sociales, pero que se ha visto amenazada por el matrimonio civil entre parejas del mismo sexo.

Que dos hombres o dos mujeres compartan techo, cama o críen hijos, no pone en peligro a nadie. Sí que lo hace, al contrario, el apuntarlos con el dedo, el lanzarles piedras, el hecho de seguir educando intolerantes polarizados, ajenos a las diferencias y poco solidarios con las minorías, con los diferentes, con "los de más allá", como diría alguien. 

La sociedad no se destruye por la homosexualidad, sino por la homofobia, por la xenofobia, por la violencia contra la mujer, por las guerras, por la corrupción, por las desigualdades, por la falta de acceso a una educación y por tantas cosas más que, sin duda, no generan la misma oleada de rechazo que un libro, que no es más que una historia ficcionada de una realidad vigente. Esa misma que vuestros hijos y vuestras hijas tendrán que enfrentar en poco tiempo. ¿No es mejor prepararlos ya y permitir que sean mejores personas construyendo una sociedad mejor, basada en el respeto, en la tolerancia, en la convivencia, en la paz y en el amor? ¿No es eso, al final, a lo que todos deberíamos aspirar?

Y recurro a las palabras de Alexander Neill, un pedagogo escocés, para cerrar: "Cuando las personas nos sentimos amadas, es decir, aceptadas y seguras de poder ser tal como somos, nuestro cerebro disfruta del ambiente óptimo para desarrollar todo su potencial (...) Cuando la emoción es libre, la inteligencia viene por sí misma".

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