De estrella rutilante a rutilante estrellada. Así fue la vida de Whitney Houston, que se suma a la larga lista de cantantes sumidos en la desgracia. Ayer se murió sola en una bañera (al menos es lo que dicen la policía por ahora) poco después de hablar con su madre. Misterio, decadencia y nostalgia de una de las más grandes voces del pop de las últimas décadas, que perdió la voz por amor y por los abusos a los que sometió su cuerpo.
Llevaba años sin recuperar el éxito mundial que significó El guardaespaldas (The bodyguard) y la banda sonora que la coronó en la cima, pero que también fue el principio del fin. Cuando se consiguen esas alturas es muy difícil volver a tocarla. El problema fue que su descenso fue demasiado rápido y estrepitoso. 170 millones de discos, múltiples premios y una larga lista de fans por todo el mundo la convirtieron en un icono de la música. Pero, a partir de su tormentoso matrimonio con Bobby Brown, todo se vino abajo: drogas, abusos, malos tratos, problemas con su hija y muchas historias que llenaron la prensa amarilla y rosa, terminaron por destruirla.
Abucheada en algunos de sus últimos conciertos por, literalmente, no poder dar la nota, Whitney preparaba un regreso -uno más- que la traería de vuelta a la gran pantalla. No sé si, estratégicamente, alguna multinacional encontrará grabaciones inéditas suyas y editará un álbum aprovechando el tirón emotivo de su partida, pero seguro que algo veremos en las próximas semanas. Solo espero que no sea tan malo como el "legado" de Amy Winehouse, otra que nos abandonó demasiado pronto.
Publicar un comentario