Llevo un tiempo escuchando distintos testimonios que hacen referencia a lo que me he propuesto llamar "la politización del mundo", no porque la sociedad esté más interesada en el ejercicio de la política ni la participación haya aumentando notoriamente en los últimos años. No, esta politización de la que hablo es la de atribuir una intención a todo, la de rebuscar entre lo más ínfimo para encontrar interpretaciones que nos acomoden. ¿Dónde quedaron los actos involuntarios o la tan mal vista acción sin sentido?
Debo reconocer que, si bien habitualmente pienso las cosas antes de hacerlas, no hago el ejercicio de ponerme en todos los escenarios posibles, de pensar en todas las consecuencias, de analizar con detalle la ejecución de cada uno de los movimientos. Y todo por razones muy simples: me da pereza y no tengo tiempo suficiente para eso. Hay momentos en que, simplemente, actúo.
De igual manera, confío en que la gente haga lo mismo: que medite ciertas iniciativas, pero que, en otras, se deje llevar por los impulsos, por el instinto o por reflejo. Me cuesta creer que todo el mundo tenga una agenda escondida tras cada paso, cada palabra, cada acto. Uno, porque eso sería atribuirle a toda la sociedad una elevada capacidad de inteligencia, previsión y cálculo que, realmente, no tiene. Y dos, porque espero que nuestra vida no esté tan milimétricamente prevista y dibujada como para no dejar nada al azar, a la aventura, a la suerte, a la fe.
La tendencia, sin duda, es a creer en la existencia de subtextos en todas partes. Ya lo comentaba hace algunos posts que se daba mucho en la comunicación; pero, también lo buscamos en el arte, en la literatura, en la música, en la expresión corporal, en las miradas, en la forma de reír, en los besos, en los abrazos y en los apretones de manos. Y para qué hablar de las relaciones laborales, en los juegos de poder dentro de las empresas, en las cadenas de mando. Todo esto, producto de la excesiva intención de explicarlo todo a través de la ciencia, de lo empírico y restando toda posibilidad a lo lúdico, a lo absurdo, a la desestructura, partes inseparables del ser humano.
Ser humano -retomo las palabras- para decir que, de seguir así, dentro de poco nos quedaremos des-humanizados, no tendremos espacio para jugar, para la libre expresión, para el niño que llevamos dentro. Cuando todo se calcula, se cuantifica y se mide, se hace más aburrido, más monótono, menos llamativo e interesante. ¿Hay algo interesante en un kilo de tomates que compramos en el supermercado? No, pero sí lo hay en una mata de tomates que nos encontramos en medio del campo, con ese olor tan característico y un color tan rojo que es difícil de olvidar. Ahí esta la verdadera chispa de la vida (no en la Coca-Cola), en la sorpresa, en dejarse sentir -valga la redundancia- con todos los sentidos bien abiertos, en disfrutar de las pequeñas y de las grandes cosas.
Por qué entonces tenemos la tendencia a buscar explicaciones, segundas lecturas o intencionalidad en todas partes. No lo sé. Pero sí puedo decir que nos estamos perdiendo un mundo inmenso ahí fuera, lleno de sorpresas, de juegos sin intención, de palabras que brotan de las entrañas y no de la razón. Ese es el mundo que quiero conocer y que quiero disfrutar. El otro, me aburre, me cansa y me resulta bastante hostil.
Asi es hijo, las cosas deben ser ordenadas en la vida pero no al extremo de perderse el encanto de lo desconocido.
ResponderEliminarEl aasombro que producen las cosas simples es la mejor enseñanza para la vida.
Siento que este terremoto nos ha hecho de alguna manera disfrutar lo simple, como por ej. celebrar la Eucaristía en plazas, alamedas, etc.dejar de lado tantas cosas superfluas y volverse a lo real y valioso, Las personas. Despues de esto uno se da cuenta que no importa cuanto planifiques y midas por todos los lados, siempre hay una última palabra que no depende de nosotros.
Mamá
que identificada me siento, aunque con el paso de los años, me siento mas comoda con mis metidas de patas y demases, aun no filtro, no mido, por lo tanto no estoy ajena, a actuar mas por impulso que con razon estudiada, y a las consecuencias que eso implica, el costo es grande, en algunos suseptibles la consigna es argumentar ante una mala cara, que mas vale la sinceridad que la estudiada actitud correcta.
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