La vida nos ha sido DADA, no PRESTADA

Llevo días sin escribir. O al menos no en este blog, porque me he dedicado a escribir un artículo y a hacer otras cosas que tenía pendientes. Y la verdad es que tengo tantas cosas en mente, que a veces me sobrepasan y no me dejan tiempo para hacer las cosas que realmente quiero hacer.

Una de las cosas que ocupan mi cabeza estos días es retomar el trabajo de columnista. Trabajo por llamarlo de alguna forma, porque nunca lo hice cobrando. Pero satisfactorio sí era y, además, tenía el plus de comodidad, de risas y de muchas historias que nutrían mis semanales intervenciones. No sé cómo las haré, ni dónde. Ni siquiera si seré yo el protagonista de ellas. Quizás sí. Ahora siento que tengo más cosas que decir.

La vida cambia, nos va ofreciendo nuevas oportunidades, nuevas miradas, nuevos caminos. Y nadie debe o puede hacernos sentir culpables por los caminos que elegimos. Al final, la vida nos ha sido DADA, no PRESTADA y debemos ser nosotros mismos los arquitectos de nuestra existencia, sin que nadie interfiera en ella.

Cuando somos pequeños se nos entregan herramientas, se nos enseñan técnicas o formas de enfrentar esa construcción de la vida. Y llegamos a la adolescencia -no sé si lo he dicho antes, pero una etapa de la vida que se "adolece" no puede ser del todo buena- con escasa preparación y muchas ganas de comernos el mundo. Una vez que somos jóvenes, adultos o el camino que haya entre ellos, con menos ansias y más madurez, vamos asentando las bases que habíamos colocado y comenzamos a construir las complicadas alturas.

Y es aquí donde los diseños son diferentes. Cada uno elige las paredes a su gusto, hace ventanas más grandes o menos; busca sus colores, los materiales y la impermeabilidad de la estructura ante las amenazas externas. La hacemos impenetrable o abierta al mundo. Da igual, porque lo importante es que la hacemos a nuestra manera o al menos así debería ser, mientras demos los pasos con responsabilidad, conocimiento y voluntad. Si mis paredes se caen, ya buscaré a quien me ayude a recogerlas, pero no puedo dejar que nadie las construya por mí y menos que me imponga su propio diseño.

Todo esto tiene relación con la experiencia, el proceso de maduración, la paz interior y muchas otras cosas que se van consiguiendo con los años, aquellos que tanto intentamos evitar pero que nos permiten ser quienes somos. Ahora me siento con la capacidad de levantar mis propios muros, de colocar un confortable tejado y de disfrutar con la vista desde mis grandes ventanas. Y lo mejor de todo, es que estará cada vez más abierta al mundo, no para que entren a desordenar o a ensuciar lo que me ha costado construir, sino para compartir los detalles de una casa que, espero, resulte cómoda y confortable por mucho tiempo.

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  1. Anónimo19:18

    Hijo, cualquier cosa que escribas estará llena de tus vivencias y serán muy interesantes para nosotros. Ahora que, añoro lo que gozaba con lo que escribías cuando tenian el diario, aunque en este momento no me acuerdo del nombre de tu columna que seguía con real curiosidad e interés.
    Y es cierto cada uno construye su propia casa, a su manera, y todas son respetables, el ideal es que siempre sean acogedoras y sobretodo cálidas. Ahora tambien es cierto que con los años uno va podando las plantas, eliminando muebles superfluos y quedandose con lo que es parte tuya.
    mamá
    mamá

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