Desde aquí hago un llamamiento, antes de hablar de esta película: por favor, que alguien me pague por ir al cine todos los días (y todo el día), acompañado de mi recién estrenada libreta de notas y mi portátil. A quien se atreva, le aseguro que me hará feliz y tendrá todos los comentarios de película que mis dedos sean capaces de escribir.
Ayer fue el turno de la última cinta de Woody Allen, considerada menor por muchos, folleto turístico por otros, pero que tiene el encanto de todo lo que hace el genial director. Debo reconocer que no me sentaba a ver nada suyo desde Scoop, ya que Cassandra's dream no me llamaba la atención (aunque la tenga como tarea pendiente para alguna tarde de DVD), por lo cual no puedo hacer una proyección completa de sus últimas producciones.
Pero no perdamos el norte. Me reí y disfruté mucho con esta película de mal título, aunque entiendo el motivo que lo llevó a llamarla así: un triángulo amoroso entre las protagonistas y Barcelona, no entre ellas y ella, sino cada una en sí misma en un escenario común.
La película se deja ver con facilidad y la historia se va enlanzando entre los dedos de Allen con maestría y simpleza, dejando ver su calidad artesanal en todo el film. La sencillez del guión y la facilidad con la que ocurren las cosas, no es cosa de pequeños artistas, sino de grandes creadores. Esa manifiesta necesidad de los críticos de esperar titánicas ideas y novedades al por mayor en cada proyecto (cosa que prácticamente nunca ocurre en sus propios comentarios) se ve devastada por una historia que, simplemente, quiere ser contada a través de sus personajes y vivencias.
Desde la secuencia inicial del narrador que nos pone en materia (primer detalle de falta de pretenciones), y que evita que el espectador tenga que descubrir el pasado, presente y motivaciones de las dos turistas americanas, Woody Allen nos da a entender que su película es apta para todo público: grandes y pequeños pensadores que, sin mayor esfuerzo, serán testigos de su creación. Y de ahí hasta el final, hará gala de su ironía única y de su mente oscura para llevarnos por el camino que quiere que hagamos.
La trama gira en torno al amor, las pasiones, el desamor y la búsqueda de estos sentimientos. ¿Una comedia romántica? Sí, pero más que eso. ¿Una comedia sexual? Sí y no. ¿Un drama pasional? Algo de ello hay, pero tampoco. ¿Y qué es entonces Vicky Cristina Barcelona? Pues una película de Woody Allen, con todo un universo femenino muy desarrollado, con un momento almodovariano y con grandes actores en diversos registros de calidad.
Fantástica Patricia Clarkson donde la pongan; contenida Rebeca Hall en su rol de Vicky, la eterna americana insatisfecha de su vida, pero que no hará nada por cambiarla. Una Scarlett Johansson menos rutilante, pero con una presencia magnética que da mucho juego para los líos amorosos de los protagonistas.
No obstante, en esta última película de Allen, destacan los dos protagonistas españoles: Javier Bardem derrochando el tópico de sensualidad de un latin lover que, desde el primer momento, deja ver sus intenciones y una Penélope Cruz que brilla más que nadie por su breve pero intenso papel de la desequilibrada María Elena, la ex esposa del pintor interpretado por Bardem.
Y es el duelo amoroso-lingüístico entre los españoles, lo que hará recordar de mejor forma esta película. La "leyenda" dice que Allen no entendía una palabra de lo que hablaban, pero que sabía lo que ocurría sólo con ver a Cruz mientras actuaba. Mito o realidad, la verdad es que la chica Almodóvar, tal como dice un crítico americano, justifica su calidad de estrella de cine con esta cinta. Ya hay incluso comentarios de que el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria de este año, tiene su nombre en la base.
Sin ser una obra maestra, "Vicky Cristina Barcelona" entretiene, se deja ver y, si nos dejamos llevar, nos conquista con su sencillez y somos capaces de obviar esas debilidades suyas, tan propias, pero que no restan su encanto particular. ¿Acaso no es la inconsistencia y la contradicción uno de los grandes atractivos de la vida? Para mí, un Woody Allen que todavía tiene mucho que contar.
Ayer fue el turno de la última cinta de Woody Allen, considerada menor por muchos, folleto turístico por otros, pero que tiene el encanto de todo lo que hace el genial director. Debo reconocer que no me sentaba a ver nada suyo desde Scoop, ya que Cassandra's dream no me llamaba la atención (aunque la tenga como tarea pendiente para alguna tarde de DVD), por lo cual no puedo hacer una proyección completa de sus últimas producciones.
Pero no perdamos el norte. Me reí y disfruté mucho con esta película de mal título, aunque entiendo el motivo que lo llevó a llamarla así: un triángulo amoroso entre las protagonistas y Barcelona, no entre ellas y ella, sino cada una en sí misma en un escenario común.
La película se deja ver con facilidad y la historia se va enlanzando entre los dedos de Allen con maestría y simpleza, dejando ver su calidad artesanal en todo el film. La sencillez del guión y la facilidad con la que ocurren las cosas, no es cosa de pequeños artistas, sino de grandes creadores. Esa manifiesta necesidad de los críticos de esperar titánicas ideas y novedades al por mayor en cada proyecto (cosa que prácticamente nunca ocurre en sus propios comentarios) se ve devastada por una historia que, simplemente, quiere ser contada a través de sus personajes y vivencias.
Desde la secuencia inicial del narrador que nos pone en materia (primer detalle de falta de pretenciones), y que evita que el espectador tenga que descubrir el pasado, presente y motivaciones de las dos turistas americanas, Woody Allen nos da a entender que su película es apta para todo público: grandes y pequeños pensadores que, sin mayor esfuerzo, serán testigos de su creación. Y de ahí hasta el final, hará gala de su ironía única y de su mente oscura para llevarnos por el camino que quiere que hagamos.
La trama gira en torno al amor, las pasiones, el desamor y la búsqueda de estos sentimientos. ¿Una comedia romántica? Sí, pero más que eso. ¿Una comedia sexual? Sí y no. ¿Un drama pasional? Algo de ello hay, pero tampoco. ¿Y qué es entonces Vicky Cristina Barcelona? Pues una película de Woody Allen, con todo un universo femenino muy desarrollado, con un momento almodovariano y con grandes actores en diversos registros de calidad.
Fantástica Patricia Clarkson donde la pongan; contenida Rebeca Hall en su rol de Vicky, la eterna americana insatisfecha de su vida, pero que no hará nada por cambiarla. Una Scarlett Johansson menos rutilante, pero con una presencia magnética que da mucho juego para los líos amorosos de los protagonistas.
No obstante, en esta última película de Allen, destacan los dos protagonistas españoles: Javier Bardem derrochando el tópico de sensualidad de un latin lover que, desde el primer momento, deja ver sus intenciones y una Penélope Cruz que brilla más que nadie por su breve pero intenso papel de la desequilibrada María Elena, la ex esposa del pintor interpretado por Bardem.
Y es el duelo amoroso-lingüístico entre los españoles, lo que hará recordar de mejor forma esta película. La "leyenda" dice que Allen no entendía una palabra de lo que hablaban, pero que sabía lo que ocurría sólo con ver a Cruz mientras actuaba. Mito o realidad, la verdad es que la chica Almodóvar, tal como dice un crítico americano, justifica su calidad de estrella de cine con esta cinta. Ya hay incluso comentarios de que el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria de este año, tiene su nombre en la base.
Sin ser una obra maestra, "Vicky Cristina Barcelona" entretiene, se deja ver y, si nos dejamos llevar, nos conquista con su sencillez y somos capaces de obviar esas debilidades suyas, tan propias, pero que no restan su encanto particular. ¿Acaso no es la inconsistencia y la contradicción uno de los grandes atractivos de la vida? Para mí, un Woody Allen que todavía tiene mucho que contar.
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