La Suiza de mis sueños y la real

Cuando comencé a organizar mi viaje de cumpleaños a Basilea, la verdad es que estaba totalmente a ciegas en cuanto al destino. No obstante, mi cabeza, víctima de tantas ideas preconcebidas absurdamente, rellenaba los espacios con muchas verdes praderas, montañas iluminadas por el sol y vacas chocolateras... ¡Error! Basilea no es nada de eso.

Lo que alguien describió en Internet como "la ciudad más aburrida del mundo" es un núcleo urbano muy agradable, limpio, impoluto, grisáceo, bonito (lo justo) y con muy buen transporte público. Es cosa de imaginar a uno de sus hijos más ilustres: Roger Federer. Una educación exquisita, amabilidad y contención, pero con una fría distancia y mucha parquedad. Sobria es la palabra que mejor podría definirla.

Tiene rincones muy bonitos, bucólicos quizás, pero conviven con una Basilea industrializada y universitaria (aunque debe ser la ciudad con menos vida universitaria de las que he conocido). Bueno, en realidad una de las con menos vida no sería del todo erróneo reconocerlo. Hay grandes farmacéuticas en estas tierras, con sus grandes chimeneas humeando libremente por el aire puro que uno supone respirar en las inmediaciones alpinas, aunque realmente no se ven Los Alpes, nada más que desde el avión se puede atisbar alguna alta cumbre por la zona. Y hablando de aviones, ahora puedo decirlo: "putas turbulencias"... ¡Vaya susto que nos llevamos en el viaje de ida! Pero pasó, pasaron y el resto del trayecto fue tranquilo. Pero no es forma de celebrar un cumpleaños...

El Rin, que atraviesa la ciudad, es una de las grandes atracciones: regatas, canotaje, barcos que cruzan el río a los turistas y locales por algo más de un franco y medio. Nos tocó verlo gris y apagado, pero a mí me da mucha vida estar en un lugar con agua (río, mar o lago) y, qué puedo decir, me imaginaba en una terracita al fresco del verano suizo, disfrutando del ambiente a orillas del Rin. ¡Eso sí sería un viaje ideal!

Basilea, como parece que ocurre con todo Suiza, es una ciudad muy cara. Comparativamente, en Madrid desayuno una tostada con tomate y aceite y un café con leche, por 2,50 euros. En Basilea, un café y un croissant (o algo parecido), cuesta 7-8 euros, o más, dependiendo del lugar. Las comidas y cenas no bajan de los 30-50 euros por persona (sin tener en cuenta vino, café ni nada que se le parezca). Para compensar, en los hoteles te dan, según te registras, una tarjeta para moverte por la ciudad de forma totalmente gratuita durante tu estancia.

Es cierto que es una ciudad para pasear, pero también es cierto que está muy poco preparada para el turismo. Los carteles y la información vienen escasamente en inglés (para qué decir en español o en otros idiomas que no sean francés, alemán o las lenguas locales). Curiosamente, me imaginaba una ciudad llena de "cafés con tarta", o lo que viene a ser un lugar para disfrutar de la repostería local al calor de un buen café o de un chocolate caliente. Pues no, solo encontramos uno y que siempre estaba lleno (por eso de ser el único, quizás). No dimos con ningún lugar que pareciese medianamente agradable para pasar un rato. Todo eran pastelerías o chocolaterías con 3 mesas en una barra mínima y muy poco confortables, donde además te clavaban en francos suizos por cada cosa que se te ocurriese pedir.

Eso sí, me comí las mejores naranjas escarchadas (confitadas) y bañadas en chocolate que he comido en mi vida. El lugar es este: http://www.confiserie-schiesser.ch/, en plena Marktplatz. Los precios, por supuesto, en francos suizos. Recomiendo también esta otra chocolatería a pocos metros (http://www.laederach.com/chen/shops/locations/basel/marktplatz/), porque nada más entrar uno se siente como uno de los perros de Pávlov.

Otra de las decepciones, es que soñaba con un viaje rodeado de quesos. Pues no, solo encontré una tienda de quesos en todo el recorrido... Sí, solo una, y que a pesar de ser ínfima (algo así como dos expositores), tenía una interesante variedad de quesos. ¿Realmente fui a Suiza? El punto es ese, que Basilea bebe demasiado de la influencia de 3 nacionalidades: francesa, alemana y suiza, lo cual la convierte en un híbrido que no termina de encontrar su propia identidad.

Noviembre es un mes de frío... lo digo por si a alguien se le ocurre ir en esta época. Y no tiene nada que ver con el frío de Madrid. No, es frío de verdad. Del bueno...

Cuando releo el texto y cuando pienso en el viaje, parece que la sensación general no es tan positiva como otros destinos. Quizás sea cierto, pero curiosamente me quedo con ganas de ver Basilea en una época más amable, menos gris y menos fría. Quizás eso haga que la sensación y el ambiente general sea menos parco y más agradable. De todas formas, hay unos buenos paseos por la ciudad, muchas cosas que descubrir y, claramente, un fin de semana no es suficiente para ver todo lo que se puede ver. Basilea y yo necesitamos un cortejo más largo, porque la chispa no ha sido fulminante. Pero no culpo a Basilea únicamente, porque la verdad es que dediqué muy poco tiempo a informarme acerca de la ciudad, de su historia y de sus posibilidades.

Recomiendo a los viajeros visitar la página de la Oficina de Turismo de Basilea (http://www.basel.com/es), completa, funcional y con la posibilidad de pedir guías y mapas a casa, que te envían de forma gratuita. ¡Todo un descubrimiento de lo que es un buen y eficaz servicio!

2/Post a Comment/Comments

  1. Anónimo14:34

    otra vez lo escribí, lo mandé i creo nada me rindo snif snif

    ResponderEliminar
  2. Anónimo14:37

    ya de nuevo, hijo esta vez nuestro viaje no fue tan bueno.Mucho frío, sin cafés, y los chocolates perdidos. No definitivamente para el próximo una ciudad menos potifruncis, mas "chasconeada" y con miles de cafés alrededor de una plaza o con vista al río, mar o lo que quieras.Con personas vivas, gritonas, alegres.No te pagaré mi parte ja ja ja

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente