Sí, lo reconozco. Soy terracista y de los más peligrosos. No hay cosa que me guste hacer más en el verano de Madrid que sentarme en una terracita a disfrutar del aire, de la gente, de lo que se ve. En las terrazas ocurren muchas cosas, pasa mucha gente, cambia el entorno, se discuten temas profundos alrededor de una caña, se cuentan intimidades entre olivas, se echan unas buenas risas entre patatas fritas... se repasa lo divino y lo humano, llega unos, otras se van. Se amplían, se reducen, se pasa calor, se agradece el viento fresco. Nada como un café con hielo, un tinto de verano bien hecho, una horchata, una caña...
No me queda más remedio que comenzar un grupúsculo terracista. No somos violentos -salvo algunas señoras al acecho de mesas o silla libres- pero sí somos ruidosos. Es lo único malo. Pero todos llevamos algo de terracistas en el interior. Seguro que somos miles...
No me queda más remedio que comenzar un grupúsculo terracista. No somos violentos -salvo algunas señoras al acecho de mesas o silla libres- pero sí somos ruidosos. Es lo único malo. Pero todos llevamos algo de terracistas en el interior. Seguro que somos miles...
Te cambio la terraza´por una avenida junto al mar.
ResponderEliminarMamá
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