Dice Wikipedia: "El parasitismo es una interacción biológica entre organismos de diferentes especies, en la que uno de los organismos (el parásito) consigue la mayor parte del beneficio de una relación estrecha con otro, el huésped. [...] Algunos parásitos son parásitos sociales, obteniendo ventaja de interacciones con miembros de una especie social...".
Y esta definición me recuerda a toda esa gente que vive a costa de los demás y/o a través de los demás, porque no son capaces de construir su propia vida o porque su "casa" se desmoronaría si se detuviesen a mirarla por un momento. Por eso siempre están pendientes de la casa del vecino y de todo el barrio. Nada parece contentarles, por lo cual buscan desangrar a los demás, quitarles la autonomía y convertirlos en borregos de su mediocre ejército.
Para hacerlo más comprensible pongo un ejemplo de algo que tocó conocer de cerca hace algún tiempo: es como aquella madre que no permite a sus hijas que hagan sus vidas, que tengan parejas sanas y exitosas, por miedo a quedarse sola. Una soledad, además, que ella misma se ha buscado, que ha construido paso a paso durante tantos años. Su miedo es capaz de parasitar la vida de su familia hasta convertirla en una insoportable caricatura.
Hay mucha gente que se niega a aceptar la individualidad de los demás, a dejar que sean libres de las ataduras impuestas por su inseguridad. De la misma manera, buscan gente que no tenga voz, que sucumban ante sus palabras. Tiempo atrás, leí en Facebook un comentario que hizo alguien respecto a la felicidad que le provocaba poder decir cosas a sus amigos sin temor a opiniones diferentes o palabras críticas. Me pareció peligroso considerar como amigo a alguien que no tenga la capacidad de ponerme en mi sitio, de poner mis pies en la tierra, de decirme lo que hago mal.
Un amigo no sólo es aplauso y diversión. Un amigo, así como la familia o la pareja, es el espejo en que podemos mirarnos sin efectos ni retoques. Es quien debe decirnos la verdad, feliz o dolorosa, compartir lo bueno y lo malo, la risa y la pena. Un amigo debe ser nuestra medida exacta, nuestro abogado y nuestro juez, nuestro cómplice y nuestro policía, nuestro consejero y nuestro aliado de locuras. La persona que esté con nosotros debe querernos y dejarse querer, debe respetarnos y pedir respeto, debe valorarnos como debe exigir que le valoremos. Debe ser un espléndido complemento. En caso contrario, no es más que un parásito inservible, una marioneta únicamente apta para alimentar el enfermizo ego de alguien que no merece la pena estar cerca de nosotros.
Y esta definición me recuerda a toda esa gente que vive a costa de los demás y/o a través de los demás, porque no son capaces de construir su propia vida o porque su "casa" se desmoronaría si se detuviesen a mirarla por un momento. Por eso siempre están pendientes de la casa del vecino y de todo el barrio. Nada parece contentarles, por lo cual buscan desangrar a los demás, quitarles la autonomía y convertirlos en borregos de su mediocre ejército.
Para hacerlo más comprensible pongo un ejemplo de algo que tocó conocer de cerca hace algún tiempo: es como aquella madre que no permite a sus hijas que hagan sus vidas, que tengan parejas sanas y exitosas, por miedo a quedarse sola. Una soledad, además, que ella misma se ha buscado, que ha construido paso a paso durante tantos años. Su miedo es capaz de parasitar la vida de su familia hasta convertirla en una insoportable caricatura.
Hay mucha gente que se niega a aceptar la individualidad de los demás, a dejar que sean libres de las ataduras impuestas por su inseguridad. De la misma manera, buscan gente que no tenga voz, que sucumban ante sus palabras. Tiempo atrás, leí en Facebook un comentario que hizo alguien respecto a la felicidad que le provocaba poder decir cosas a sus amigos sin temor a opiniones diferentes o palabras críticas. Me pareció peligroso considerar como amigo a alguien que no tenga la capacidad de ponerme en mi sitio, de poner mis pies en la tierra, de decirme lo que hago mal.
Un amigo no sólo es aplauso y diversión. Un amigo, así como la familia o la pareja, es el espejo en que podemos mirarnos sin efectos ni retoques. Es quien debe decirnos la verdad, feliz o dolorosa, compartir lo bueno y lo malo, la risa y la pena. Un amigo debe ser nuestra medida exacta, nuestro abogado y nuestro juez, nuestro cómplice y nuestro policía, nuestro consejero y nuestro aliado de locuras. La persona que esté con nosotros debe querernos y dejarse querer, debe respetarnos y pedir respeto, debe valorarnos como debe exigir que le valoremos. Debe ser un espléndido complemento. En caso contrario, no es más que un parásito inservible, una marioneta únicamente apta para alimentar el enfermizo ego de alguien que no merece la pena estar cerca de nosotros.
Como siempre, toda la razón y se te olvidaron las madres parásitos que viven su vida através de las de sus hijos, queriendo hacer de ellos lo que no fueron capaces de hacer o lo que es peor olvidando las diferencias de edades y el rol que deben cumplir.
ResponderEliminarMamá
Me encantó este post, parece una descarga para todos los que conocemos o hemos conocido bastante este tipo de gente. Gracias!
ResponderEliminars.
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