Me gustó mucho recibir hoy una foto de una amiga -además de hablar con ella- en la que estaba radiante y feliz. La vida tiene problemas, contratiempos y muchas otras cosas que podemos considerar muy negativas, pero de todas aprendemos algo y de absolutamente todas salimos más fortalecidos. Y eso se refleja en la cara...
Un rostro feliz no lo tiene una persona que no ha vivido, sino una que lo ha hecho y ha salido adelante. Eso es lo que me gusta ver en la cara de la gente: experiencia, aprendizaje, sabiduría, sacrificio, dolor superado y alegría presente. Eso es lo que me enseña la cara de la foto: he vivido y he aprendido. Una evolución, un proceso continuo. No como quienes se anclan en el pasado reciente y pintan ese presente de colorido futuro, tinte que se desvanece al poco andar porque se dan -y nos damos- cuenta de que siguen en el mismo sitio, un día tras otro.
Una de las cosas que me hace rechazar inmediatamente a una persona -o hacer que tenga el menor interés por conocerla con mayor profundidad- es la expresión de querer ocultar su verdadera experiencia o de querer aparentarla. Los primeros tratan, inútilmente, de esconder arrugas, miradas o gestos en un continuo rictus de incomodidad y tensión, muy molesto para quienes tenemos que verlo. Los segundos, buscan endurecer su expresividad e intentar adquirir físicamente una pose que es puro reflejo de su interior. Craso error...
Como he dicho en posts anteriores, somos quienes somos y nada más. No hay nada más patético que querer ser algo distinto de manera artificial; el cambio, como siempre, viene desde dentro.
Un rostro feliz no lo tiene una persona que no ha vivido, sino una que lo ha hecho y ha salido adelante. Eso es lo que me gusta ver en la cara de la gente: experiencia, aprendizaje, sabiduría, sacrificio, dolor superado y alegría presente. Eso es lo que me enseña la cara de la foto: he vivido y he aprendido. Una evolución, un proceso continuo. No como quienes se anclan en el pasado reciente y pintan ese presente de colorido futuro, tinte que se desvanece al poco andar porque se dan -y nos damos- cuenta de que siguen en el mismo sitio, un día tras otro.
Una de las cosas que me hace rechazar inmediatamente a una persona -o hacer que tenga el menor interés por conocerla con mayor profundidad- es la expresión de querer ocultar su verdadera experiencia o de querer aparentarla. Los primeros tratan, inútilmente, de esconder arrugas, miradas o gestos en un continuo rictus de incomodidad y tensión, muy molesto para quienes tenemos que verlo. Los segundos, buscan endurecer su expresividad e intentar adquirir físicamente una pose que es puro reflejo de su interior. Craso error...
Como he dicho en posts anteriores, somos quienes somos y nada más. No hay nada más patético que querer ser algo distinto de manera artificial; el cambio, como siempre, viene desde dentro.
Es cierto hijo, las mentiras sobre uno mismo no duran para siempre y en algún momento afloran. Hay que ser consecuente con lo que uno es y tiene, sacarle el mejor partido y tomarse la vida con humor.
ResponderEliminarLa felicidad está hecha de miles de pequeñas cosas que atesoramos en nuestra alma y nuestro cuerpo, por eso bienvenidas las arrugas, kilos de más, y años que demuestran que hemos sido capaces de VIVIR
Uno es lo que es y nada más
mamá
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