
Después entras a la estación, vas con tu billete, dejas tu maleta en la cinta y pasas feliz de la vida. Recoges tu equipaje y te vas. Así de fácil podrías haber pasado una pistola en el bolsillo, un cuchillo en tus pantalones o una bomba pegada al cuerpo. Pero como hay escaner, nos sentimos todos más seguros.
Es totalmente ridículo, pero como siempre, es muy fácil hacernos tontos. Nos sentimos protegidos, pero estamos tan expuestos como antes.
Haciendo cadena de pensamientos, llegué al vuelo que me llevó a Nueva York hace algo más de un año y los papeles que tienes que llenar previamente a tu ingreso en EE.UU. con preguntas del tipo: ¿es usted terrorista o ha participado en actos terroristas? ¿lo persigue la justicia? ¿usa o trafica sustancias ilegales? o cosas así. La verdad es que si no fuese EE.UU. ni viviesen en la psicosis perpetua en la que viven, me gustaría responder que sí a todo, para ver qué ocurre.
Pero vamos a ver. Si yo fuese terrorista, prófugo, asesino en serie o traficante, ¡jamás lo pondría en un papel! No sé si esperan que alguien que vive fuera de la ley entre en razón y sienta el poder del civismo o del Capitán América, enmiende su camino y se convierta. Pero rellenar ese formulario, como ciudadano de a pie, asusta profundamente. Hasta llegas a cuestionarte si no habrás hecho algo que te pueda comprometer, y empiezas a tener cara de culpable según te acercas a la ventanilla del oficial de aduanas. Miedo, miedo. No apto para cardiacos.
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