De juicios y prejuicios

Durante y después de Mamma Mia!, que estuvo mejor de lo que esperaba, recordaba las palabras de un amigo que se dedica, entre otras muchas cosas, a hablar y escribir sobre cine sobre una discusión que ya toma tintes de broma por la de veces que nos hemos enfrascado en ella. Es sobre la versión cinematográfica del musical, protagonizada por Meryl Streep.

En su momento el dijo algo así como que la película era un reflejo del musical y que no aportaba nada nuevo, que no había una transformación muy profunda desde la idea original a la gran pantalla. Mi parámetro en ese momento no existía, pues yo no la había visto en teatro. Hoy, con dos Mamma Mia! en el cuerpo, puedo decir que mi amigo estaba equivocado.

Vi la producción en Broadway en 2009 y la versión española, ambas son perfectamente iguales, casi simétricas. Lo bueno, es que ambas difieren no sólo en los recursos con su alter ego cinematográfico, sino también en el montaje, en la historia y, en parte, en los propios personajes. La variación no puede ser significativa, porque su origen es muy claro. Pero una vez visto el musical y vista la película, hay que reconocer que la transformación que hizo Phyllida Lloyd desde el musical en vivo al celuloide está logradísima, pues gana en ritmo, permite aprovechar en mayor medida el espacio, los escenarios, y brindarle toda una dimensión que en el cara a cara no se puede conseguir.

Se eliminan números musicales y se agregan otros, estructurándolos de distinta forma y poniéndolos en nuevos escenarios o en nuevas voces. Gana en picardía y en trabajo actoral. Eso sí, en el cine -supongo que por exigencias temporales- se eliminan ciertas referencias que podrían aclarar de mejor manera ciertos "cierres", que aparecen de la nada o historias que se da por asumido que todos deberíamos comprender y tener asimiladas. Pero si le pasa hasta a Harry Potter, ¿por qué no a Mamma Mia!?

Y para cerrar, está claro que ni el musical ni la película son grandes obras de arte. Pero me parece justo reconocer, en todo momento, lo bueno y lo malo, dejando de lado las pretensiones, las limitaciones y los prejuicios antes de emitir sentencia, sobre todo cuando se puede dejar en evidencia cierta ignorancia.