Que alguien nos salve

Madre mía, ya estamos en diciembre. La verdad es que el intento de nieve del lunes me debería haber advertido esta situación, pero estaba tan concentrado en otras cosas que ni lo pensé. Y acabo de caer que ayer se me pasó San Andrés (hermano, ¡feliz santo!). Se viene encima la Navidad, las fiestas, los regalos, las cenas, las celebraciones, los encuentros, desencuentros y reencuentros. Las cantidades industriales de comida y bebida.

No quiero sonar negativo, pero cada año lo llevo peor. No es el tema de las fiestas en sí, porque vengan de la tradición que vengan, son un evento familiar, de puesta al día, de puesta en común. En general son fiestas agradables. Pero detesto cada vez más lo accesorio: los regalos, la ostentación, el gasto desmesurado, los excesos. No estoy en contra de los regalos -todo el que me conoce sabe que me gustan mucho-, sino que en contra de la total pérdida del norte: se regalan cosas desechables, absurdas, sin ninguna intención. A los niños los atiborran de cosas que no tendrán vida útil más allá, siendo muy positivos, del mes.

Se monta un espectáculo casi teatral para argumentar el despilfarro que no tiene sentido. Todo son vítores y aplausos, pero resulta tan falso y vacío que da pena.

Luego en Nochevieja la gente saludándose, celebrando las uvas, las campanadas y lo que venga. Mucho abrazo y mucha fiesta. ¿Para qué? Para nada. Se apagan las luces y todo vuelve a la normalidad. No entiendo ni el sentido ni la expectación. El año que entra será igual al que sale. La esperanza se debe tener en el día a día del Calendario Laboral y no en un único momento de los 12 meses que hay. Las cosas no cambian con la última uva, lamento reconocerlo. Ya nos gustaría que realmente fuese así.

Después, para colmo, aquí celebran los Reyes. Vuelta a las fiestas, más festivos, más comida, más regalos y más teatro. Todo hecho a la medida de El Corte Inglés y tiendas aledañas. El roscón, el chocolate, la grasa, el azúcar, las calorías... es un no parar. Y se acaba Reyes y ya están pensando en el día de los enamoradas, carnavales y la semana santa, para repetir la historia una y otra vez.

Propongo cambiar las tradiciones, al menos, retocarlas. No todo tiene que ser igual. No siempre tiene que ser lo mismo. La gente tiene que estar dispuesta a cambiar, ¿no?

Que alguien nos salve. Así sea.

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  1. Anónimo13:09

    Para variar totalmente de acuerdo hijo, tu sabes que odio la parafernalia, las aglomeraciones, el mercadeo, las compras etc. Por eso nuestras Navidades eran entre nosotros, sencillas, nos tocaron vacas de todos los tamaños y anchos .sobretodo para mi la Navidad es recordar el Nacimiento de Jesús y agradecerle su venida a salvarnos y al Padre el que lo haya dejado venir a morir por nosotros, y a mi Madonnina que con su Fiat haya hecho que todo sea posible.
    No voy a Misa en la noche porque hay mucho ruido y gente, pero la del otro día a las 12 es IDEAL, poca gente y mucho recogimiento.Ojalá te dejes un tiempito para ir a la iglesia, hay tanto que agradecer. En cuanto a la comida, ensaladas y mas ensaladas, todo lo dema sobra cuando hay gente que necesita que los ayudemos, sobretodo en esta terremoteada zona.Pero concuerdo contigo, soy feliz cuando todo esto ha pasado y volvemos a ser NORMALES
    Mamá

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