Lo siento, no tengo el día para fiestas. No por nada en particular, sino porque me ha puesto de mala leche la cobertura periodística del rescate de los mineros en el norte de Chile. No puedo evitar cabrearme al ver que el trabajo de los periodistas se ha vanalizado a la altura de los reality shows, que se hace frente al "en directo" con pocas herramientas, con mucho morbo y sin ninguna seriedad.
Las noticias de esta mañana me trasladan al primer reality que tuvimos en Chile, "Protagonistas de la fama", y a todas las ediciones que no he visto de Gran Hermano allá donde lo emitan. Estamos a la espera de que salgan los concursantes, los ganadores. Se han metido en sus vidas, muchos creen conocerlos y hablan de ellos con nombre propio, casi como héroes o ídolos. Pero no olvidemos que entre los 33 sólo hay víctimas, no hay redentores.
Lo peor, y lo ha dicho uno de ellos, es que les están tratando como los artistas que no son, como las estrellas fulgurantes que se apagarán en un par de días y que volverán a sus rutinas, a sus precarios trabajos o a unas vidas bastante sencillas como para tener la capacidad de soportar todo este aparato mediático que los rodea.
Me siento feliz por su rescate, no podría no estarlo. Pero no comulgo con la parafernalia que se ha montado como testigo de un hecho insólito. Y mucho menos, me trago todo este "amiguismo" alrededor de los mineros y de sus familias, de los políticos, de los medios, de la población en general. Todo ello no es más que un decorado que se derrumbará al poco andar. No hay nada que sea capaz de sustentarlo, pero todos se lo creen con tanta facilidad y emoción, que no queda lugar para pensar concientemente sobre este tinglado.
Tampoco me parece bien que se convierta en una gesta heroica, en un baluarte político. Se ha hecho lo que se debía hacer y, los verdaderos valientes, saben que el reconocimiento no es más que la mínima parte de la satisfacción del haber cumplido con las obligaciones o responsabilidades. No confundan conceptos y no mezclen cosas que no corresponden. Esto no es un triunfo de la derecha ni del gobierno. Es un triunfo de quienes han estado allí de forma permanente, de las familias, de todos aquellos que han trabajado para conseguirlo, de los mineros por haber soportado lo que han tenido que aguantar. Y para ellos no debería haber más que un entorno de protección y cuidado, lejos de los focos y las cámaras, esa realidad que les resulta tan ajena.
Las noticias de esta mañana me trasladan al primer reality que tuvimos en Chile, "Protagonistas de la fama", y a todas las ediciones que no he visto de Gran Hermano allá donde lo emitan. Estamos a la espera de que salgan los concursantes, los ganadores. Se han metido en sus vidas, muchos creen conocerlos y hablan de ellos con nombre propio, casi como héroes o ídolos. Pero no olvidemos que entre los 33 sólo hay víctimas, no hay redentores.
Lo peor, y lo ha dicho uno de ellos, es que les están tratando como los artistas que no son, como las estrellas fulgurantes que se apagarán en un par de días y que volverán a sus rutinas, a sus precarios trabajos o a unas vidas bastante sencillas como para tener la capacidad de soportar todo este aparato mediático que los rodea.
Me siento feliz por su rescate, no podría no estarlo. Pero no comulgo con la parafernalia que se ha montado como testigo de un hecho insólito. Y mucho menos, me trago todo este "amiguismo" alrededor de los mineros y de sus familias, de los políticos, de los medios, de la población en general. Todo ello no es más que un decorado que se derrumbará al poco andar. No hay nada que sea capaz de sustentarlo, pero todos se lo creen con tanta facilidad y emoción, que no queda lugar para pensar concientemente sobre este tinglado.
Tampoco me parece bien que se convierta en una gesta heroica, en un baluarte político. Se ha hecho lo que se debía hacer y, los verdaderos valientes, saben que el reconocimiento no es más que la mínima parte de la satisfacción del haber cumplido con las obligaciones o responsabilidades. No confundan conceptos y no mezclen cosas que no corresponden. Esto no es un triunfo de la derecha ni del gobierno. Es un triunfo de quienes han estado allí de forma permanente, de las familias, de todos aquellos que han trabajado para conseguirlo, de los mineros por haber soportado lo que han tenido que aguantar. Y para ellos no debería haber más que un entorno de protección y cuidado, lejos de los focos y las cámaras, esa realidad que les resulta tan ajena.
Totalmente de acuerdo hijo, no me pasé la noche en vela, solo rezaba y rezaba por ellos y esperaba la mañana para saber como había sido todo. Igual se agradece a todas las personas que trabajaron y al Gobierno por su coraje y constancia en no dejarse vencer. Creo que los mineros cambiaran sus vidas pero lo mediático no formará parte de ella(espero).
ResponderEliminarIgual es un tremendo logro para nuestro país y una alagría para todos. No dejar que el IMPOSIBLE se adueñe de nuestras determinaciones
Mamá
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