Ver actuar a Bette Davis es, casi siempre, toda una experiencia. Una suerte de tobogán por el que sus emociones viajan a una velocidad trepidante, arrastrando a su entorno y al espectador hacia los límites de las sensaciones.
Hoy fue el turno de "Amarga victoria" (1939), el mismo año de "Lo que el viento se llevó" y "El mago de Oz". Eso, inmediatamente explica que fuera eclipsada en cuanto a premios, pero el público estaba con ella después de la magnífica "Jezebel" (1938). Quizás más dulce y menos caricaturesca que en sus próximos proyectos, Davis encarna a una rica heredera, liberal y fuerte, pero que conoce el amor en una de las más duras situaciones.
Logra grandes momentos y conmueve hasta el último minuto del film. Nada que hacer. Tal como dice una de sus tantas autobiografías, no habrá nunca otra Bette Davis en el firmamento de Hollywood. Ella supo como crear un personaje inmortal.
En los próximos días, veré otras dos. Ya les dedicaré algunas letras... o no.
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