
Además, es la hora de disfrutar de las terrazas por Madrid, las fiestas en la calle, los paseos por el Retiro o por el Juan Carlos I, más aún cuando tendré jornada intensiva a partir de julio y saldré a las 15 horas de trabajar. Y luego, todo un largo agosto de vacaciones. Si lo de vivir mal no va conmigo.
Pero aún quedan algunos días de primavera por estos lados. Y no está mal, que después echo de menos las nubes y el viento. Y luego, de los 30 grados no nos baja nadie hasta septiembre. Pero lo a gusto que se está en Madrid en agosto. No hay casi gente por las calles, a excepción de los turistas en color rojo chillón de tanto pasear al sol, pero que se concentran en Sol (valga la redundancia) y Gran Vía, además de los museos y el Retiro. Pero el resto, es alucinante: se puede andar tranquilamente, los autos disminuyen notoriamente en las calles y hasta puedes entrar a algún sitio a tomar algo sin tener que luchar para encontrar una mesa (a excepción de las terrazas).
De todas formas, y pese a esta antología al verano madrileño, creo que intentaré aunque sea por unos pocos días (y antes de ir a dejarme caer por la Toscana), buscaré algún destino de playa y relax. Tengo ganas (y creo que ya es tercera vez que escribo esto en distintos sitios) de echarme en una silla a leer tranquilamente, sin ruidos, al sol y a la sombra; luego en una terraza, ojalá mirando el mar, donde pueda seguir leyendo todos los libros que tenga a mano. Lo necesito e intentaré regalármelo. Lo malo: agosto es un mes nefasto para buscar paz y tranquilidad en la playa. Pero algo se me ocurrirá. Y si no es playa, pues bienvenida sea la montaña o el valle o la meseta... me da igual. No seré tan exigente (al menos esta vez).
te ofrezco la cabaña del lago que esta hasta el tope, te consigues un traje en la Nasa anti agua fria y te regaloneamos solo los fines de semana
ResponderEliminarmama
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