Asalto global contra la masculinidad


Imagen de la campaña de Gillette

A veces me arrepiento de repasar los periódicos. ¡Es así! No puedo evitarlo. La razón, además de que dan ganas de meterse en la cama y no volver a poner un pie en el mundo, es que me encuentro con noticias –y sobre todo con frases– que me generan un profundo sentimiento de angustia y desazón.

Ante la nueva campaña de Gillette que invita a erradicar la masculinidad tóxica (comportamientos e ideas machistas, violentos, abusivos, heteropatriarcales, etc.) y actuar con el ejemplo para educar a las nuevas generaciones (los niños de hoy que serán los hombres del mañana), numerosas voces se han levantado en contra de la compañía por sumarse a eso que vienen a llamar “asalto global contra la masculinidad”, en palabras del presentador Piers Morgan.

Pero el drama no se queda ahí. Usuarios de todo el mundo amenazan en las redes sociales con boicotear no solo a la marca, sino a todas aquellas que pertenezcan a Procter & Gamble. Se sienten heridos, traicionados y violentados por el hecho de que una marca de productos de aseo personal se posicione frente a uno de los temas más recurrentes de los últimos años. Denuncian que esa masculinidad tóxica de la que se habla no existe, que no todos los hombres tienen comportamientos violentos ni comparten la cultura de la violación, y otras obviedades como esa.

Y es que la publicidad invita a los hombres a intervenir para evitar situaciones de acoso, violencia, machismo, homofobia y dejar de perpetuar ideas como “son cosas de chicos”. Precisamente son las premisas tales como “los hombres son así” (boys will be boys) las que podemos encontrar en la raíz de muchos problemas. No hay ninguna predisposición genética a que chicos y hombres deban actuar de forma agresiva (a pesar de que se han podido identificar ciertos indicadores que podrían explicar algunos comportamientos o de que hay quienes hablen de una carga genética y social histórica que les llevaría a ellos ser más violentos), sino que es la propia socialización la que les enseña a ser así. Este asunto da para un debate más largo y profundo.

Tema aparte, porque no soy ni pretendo ser experto en estas lides, me llama la atención el concepto de “asalto global contra la masculinidad”. Para mí, mucho más preocupante que la campaña en sí y las respuestas negativas en redes sociales, es el hecho de que alguien haga parecer que este tipo de acciones son una especie de ataque coordinado en el mundo para hacer desaparecer a los pobres hombres-blancos-cis-heterosexuales de la faz de la tierra. Me parece que han salido del mismo bolsillo absurdo de otros conceptos como la “agenda gay” y la “ideología de género”.

¿Tan peligroso es que muchas mujeres (y muchos hombres también) se hayan decidido a decir basta y levantar la voz contra tantos abusos de poder, expresados en algunas de las formas más repugnantes de violencia? ¿Tan terrible es el hecho de llamar a concienciarnos como sociedad de los efectos que tienen nuestros comportamientos prácticos en la educación de niños y niñas? Más allá de peligros apocalípticos, me parece un llamado a ser personas, seres humanos comprometidos con el futuro… ¡nada más!

No quiero entrar tampoco en las intenciones económicas o comunicacionales de Gillette con esta campaña. Lo claro está es que hay cosas que están cambiando o necesitan empezar a cambiar sin más demora. Una de ellas es precisamente el fin de los privilegios de unos pocos. Y la lucha por la igualdad es precisamente eso: que todas las personas tengamos los mismos derechos.

Como sabemos, el feminismo lucha por la igualdad, de la misma manera que lo hace el colectivo LGTBI. Otros grupos, minorías o marginados por razones sociales, culturales, económicas o religiosas, hicieron lo mismo en el pasado. Y el mundo no se acabó, pese a todos los mensajes de alarma por parte del sector privilegiado –que da la casualidad de que casi siempre es el mismo a lo largo de la historia–. Pero aquí les tenemos “acorralados” una vez más exigiendo la cesión de un trozo de su privilegio para conseguir una sociedad más justa e igualitaria. ¡Vaya cosas que se nos ocurren!

Todo esto no es ningún plan maquiavélico por desterrar al hombre blanco, castrarle, pisotearle los huevos, convertirle en homosexual o servirle como comida a las masas enfurecidas. Es, simplemente, un levantamiento social contra la injusticia, contra el machismo y el patriarcado, y contra una historia universal plagada de mentiras, donde la mitad ha sido prácticamente silenciada, al igual que las minorías. Y esto es solo el comienzo.

Pero el grito desesperado de esos hombres que prefieren cambiar de marca de cuchillas de afeitar en vez de plantearse cambiar para una sociedad mejor, no podrá contra esta voz que ya suena con fuerza y que seguirá haciéndolo durante todo 2019. Las huelgas convocadas hoy en decenas de ciudades españolas marcan la agenda de un año que promete ser intenso.

No queremos más manadas ni llorar a más víctimas. No permitiremos políticas que impliquen retroceder en los avances sociales obtenidos en los últimos años. No cederemos ningún trozo de la igualdad conseguida hasta ahora. Ese es nuestro asalto: la resistencia. Seguiremos luchando por cambiar un sistema injusto y arbitrario, y seguiremos alzando la voz cada vez que haga falta. Idos acostumbrando.

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