La economía del texto

Me exaspera la gente siútica y repipi para escribir. El lenguaje, sobre todo el periodístico que es el que ahora me preocupa, es claro y sencillo, sin dobleces ni florituras. Quien quiera escribir un libro o un cuento, que abra un blog o se autopublique. Para la prensa, mejor abordar el texto con corrección y concisión, que es lo que se agradece...

Los puntos, las comas, los guiones y las comillas tienen una razón de ser muy particular, y no están al servicio libre del creador de un texto periodístico. Por ello, no pueden ir en cualquier lugar, sino que deben ocupar ese preciso lugar en el que cumplan su cometido.

La rimbombancia no es más que un acto desesperado para llenar los vacíos intelectuales, textuales y contextuales del mensaje escrito.

Las frases hechas y los lugares comunes no solo demuestran una carencia de clase literaria, sino también de un bagaje cultural que permita sortear dichos obstáculos con graciosas metáforas o novedosas sentencias. La creatividad y la brillantez de un texto jamás han estado reñidas, de todos modos, con la sencillez. De igual manera, la ironía no está reñida con la seriedad ni con la objetividad.

No se trata de desprender a un texto de todos sus adornos, sino de recurrir exclusivamente a aquellos que no le separen de la elegancia expresiva y lo conviertan en una sumatoria de abalorios sin sentido, orden o armonía. Entregar un mensaje de forma adecuada, con las palabras justas, es un acto de positivo civismo que no deberíamos perder en ningún espacio de expresión, y mucho menos en los ya denostados espacios digitales.

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