El Nombre (Le Prénom)


Ayer por fin fui a ver El nombre (Le Prénom), una película francesa que originalmente es una obra de teatro, y que me hizo recordar otra gran experiencia cinematográfica-teatral: Un dios salvaje (Carnage), de Roman Polanski.

Si bien la esencia es la misma -adultos que se reúnen en un espacio físico y que acaban sobrepasando los límites de ese espacio y de sí mismos-, hay muchas diferencias entre una y otra, aunque ambas hacen gala de un humor descarnado, a ratos incómodo, a ratos hilarante, a ratos sublime.

Con un notable trabajo actoral, El nombre habla de relaciones, de personas, de amor, del pasado, el presente y del futuro. Nos muestra lo que hay detrás de una aparente normalidad, aquellos pequeños detalles que se pueden entrever entre las representaciones sociales de nosotros mismos. Sobre todo, de aquellas grietas por las que se escapa, sin querer, nuestro verdadero ser. Pero también nos enseña el valor y el poder de las palabras, del texto y del subtexto, como agentes capaces de desencadenar pequeñas y grandes tempestades.

Con un ritmo que no cesa y con una sorpresa a la vuelta de cada escena, esta película ha sido una estupenda forma de comenzar el año. Definitivamente es una muestra del cine que quiero ver, que me provoca muchas sensaciones, más allá del mero entretenimiento y que, sin duda, sigue dando vueltas en mi cabeza unos cuantos días después, descubriendo matices e intenciones en un guión que no tiene desperdicio.

Totalmente recomendable para quienes todavía puedan verla en el cine (por supuesto en versión original) o para quienes quieran invertir y agregar un buen título a su propia colección de cine.

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