De paseo por Bruselas y Brujas

Quien diga que Brujas es una ciudad que se puede ver en dos horas, miente descaradamente. Bueno, no miente, porque efectivamente se puede dar una vuelta rápida en poco tiempo; pero, no hay duda, de que es una ciudad para paladear, reposar y disfrutar en un buen puñado de días.

El viaje en tren desde Bruselas es cómodo y rápido. El billete cuesta unos 15 euros ida y vuelta los fines de semana, lo que no está nada mal. Buena recomendación la que me dieron de partir desde la Bruxelles-Midi, también conocida como Brussels South, porque evita el paso por las otras estaciones de la capital belga. De ahí, parada en Gante y directos a la ciudada mágica.

Y digo ciudad mágica, porque es encantadora y abrumadora. Tuvimos la suerte de disfrutarla un día de sol, después de la lluvia otoñal: el resultado, hojas secas, colores amarillos, rojos, marrones y dorados por todas partes, un frío importante, pero la suficiente cuota de luz para resplandecer ante los ojos y el objetivo de mi cámara que, incansable, sacó unas 200 fotos.

Efectivamente es una ciudad para guardar en la memoria (virtual y emocional): tantos rincones, tantas cosas por mirar. Cientos de calles y callejuelas dignas de recorrer, pero el poco tiempo que le pude dedicar me impidió aprovechar al máximo la experiencia. Se me quedaron en la agenda mil espacios guardados para una próxima y más prolongada visita.


Nada más entrar en Brujas, uno se sumerge en un mundo irreal: calles de empedrado antiguo e irregular; carrozas tiradas por caballos orgullosos y plagadas de turistas cubiertos de mantas; miles de tiendas de chocolate artesanal e industrial, cafés, bares, restaurantes, souvenirs, etc., todo en el marco de una ciudad que parece detenida en otra época, pero con las comodidades de la modernidad.

Calles, callejones, patios interiores, terrazas, torres, ventanas, puertas y jardines, todo puesto para el goce y disfrute de los turistas, convierten a Brujas en un notable contraste con Bruselas, la capital. Menos gris de lo esperado, Bruselas se convirtió en una experiencia interesante: la capital de Europa por excelencia es, dentro de lo que cabe, bastante más tranquila de lo que se puede esperar de ella y bastante provinciana en comparación con ciudades como Paris, Londres, Roma o Madrid.


Si bien es cierto que no hubo tampoco tiempo material de hacernos una idea panorámica de lo que es Bruxelles, una ciudad siempre a medio camino entre el francés y el flamenco, con tintes de inglés y de turismo internacional, la sensación es que su bullicio se desarrolla más en el interior de los edificios que en la calle. Llegamos un viernes al mediodía y, cuando bajamos en el corazón del poder europeo viniendo desde el aeropuerto, la verdad es que parecía un decorado a la espera de que alguien gritase: ¡Acción!

Y la vida que llevamos estos días, teniendo como punto neurálgico la Place de Flagey, fue un disfrute pausado, tranquilo, pudiendo descubrir partes de la ciudad muy llamativas: tiendas de antigüedades, barrios llenos de restaurantes y casas para soñar, con vistas a estanques con patos tan idílicos como mundanos; algunos mercados y tiendas de segunda mano, librerías para dejarse el crédito disponible (aunque no compramos nada, finalmente) y una cafetería en las alturas con unas estupendas vistas de la ciudad, que huele a frituras, chocolate y gofres por partes iguales.


 Lo mejor del viaje fue la compañía, el reposo y el turisteo, con la tranquilidad de que volveremos en otras estaciones, en otros momentos y que, en cada uno de ellos, podremos vivir nuevas experiencias y disfrutar de los contrastes que ofrece el primer país del trinomio Benelux, un lugar que rezuma vida, historia y distintos encantos, para absolutamente todos los gustos.

4/Post a Comment/Comments

  1. Anónimo10:49

    ¡qué envidia de escapada! :)
    ox c

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  2. Anónimo14:41

    Que hermoso Tomás y no tengo la menor duda que repetirán el viaje. Bueno así conoceré mas de esta ciudad, que es definitivamente de mi gusto, tranquila, bella y llena de paisajes con agua.

    Esperamos mas reseñas
    Mamá

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