Gente que quiere un cambio

Todos los queremos. Yo lo quiero. Un cambio necesario y profundo. Justamente hoy comentábamos durante la comida que no es necesario destruir para volver a construir, sino reparar aquellas cosas que fallan: la injusticia social, la presión del mercado sobre los derechos inalienables, la corrupción, la desigualdad... Queremos trabajos y sueldos dignos, salud universal, acceso equitativo a la educación, queremos una vivienda asequible.

La sociedad actual, tal como la conocíamos, no ha funcionado. La educación y la salud se privatizan -o van camino a hacerlo- sin que nadie diga nada; el trabajo es precario, se liberalizan los despidos, empeoran las condiciones dentro de las empresas, las hipotecas se calculan a 50 años, se inhibe el espíritu emprendedor y autónomo motivando a la gente a optar por oposiciones que luego se recortan a gusto de los políticos. Claramente, la situación hoy no es capaz de dar respuesta a todos los ciudadanos. Y llegaría el momento en que la gente levantase la voz.

Por más que quisieron creerlo, no somos borregos. No somos esclavos del sistema ni de los políticos. Somos ciudadanos con derechos y deberes, con espíritu, con dignidad. Somos jóvenes y adultos con ganas de vivir en un mundo mejor, más justo; un mundo por el que ninguno de los representantes elegidos está luchando. Los representantes electos de forma democrática no buscan soluciones para quienes les votaron, sino para su propio beneficio y el de su entorno inmediato.

No queremos más sueldos vitalicios para ellos ni privilegios para los parlamentarios europeos. No queremos que nos recorten más gastos en asuntos tan importantes como la salud, la cultura o la educación si los políticos no son capaces de recortar sus gastos: asesores, coches, móviles, viajes, campañas, nuevos edificios para el ayuntamiento, etc. Estamos hartos de ser siempre los que apretamos el cinturón cuando nadie más lo hace.

Salvaron al sistema bancario con el dinero de todos y ahora se reparten beneficios sin devolver nada, negando préstamos, hipotecas, y cobrando barbaridades por servicios y gestiones. Las grandes empresas despiden trabajadores apelando al momento de crisis y luego se reparten inmensos beneficios entre los directivos. Nos cansamos de que piensen que somos estúpidos. Éramos apáticos, pero eso cambió. La apatía se transformó, sin buscarlo, en un movimiento que minuto a minuto demuestra solidez y coherencia.

La revolución española, movimiento, 15-M o como quieran llamarle, está en la calle, está en la gente, está en todos nosotros. Y en algún momento se demostrará que valió la pena el esfuerzo. Queremos un cambio, lo necesitamos.

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  1. Anónimo21:48

    Voto por mi Tomás

    Tomás diputado ( no se como se llamarán allá)

    Pero hijo, lamento decirte que es una lucha desigual así que empieza a practicar la honda.

    Mamá

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