Siempre quiero volver...


Me quedo con un comentario que mi mamá me hizo el sábado sobre mis crónicas de viaje: les falta la chispa que tenían algunos posts anteriores. La verdad es que, repasándolos y siendo plenamente consciente de lo que había escrito, mi madre tiene toda la razón. Se convirtieron en una narración sucesiva de datos, lugares, teñidos por algunos escasos comentarios personales. Mi única explicación razonable es la falta de tiempo para dedicarme a relatar sensaciones, eligiendo el camino fácil de la información.

Esto no significa que Roma no me haya conmovido. Como ciudad es alucinante: tiene toda la historia imaginable en sus calles, en sus piedras, en sus rincones. Si bien es una gran urbe, hay muchos espacios que parecen sacados de algún pequeño pueblo; no obstante, lo que prima en su geografía es el lugar para el turista. Todo está hecho a la medida del visitante y eso, siempre, resta algunos puntos.

Magia tiene, sin duda. Pero el primer contacto sí tuvo algo de aséptico. Nunca dejé de sentirme turista y eso me duele, porque no tuve tiempo para perder esa frialdad de la guía, aunque la llevaba únicamente para mirar el mapa en caso de necesidad. No suelo ser carne de libros de viaje porque, al final, siempre me aburren. Siento que en este viaje corrí más, tenía más sed de conocer que de disfrutar, aunque supimos darnos pequeños tiempos para hacerlo. Quizás por eso todo parece más una narración consecutiva que una verdadera vivencia. Pero Roma es una ciudad para descubrir, para aventurarse, para perderse.

A pesar de todo, al ver las fotos y procesar con más calma ciertos momentos, hay cosas que recuerdo con distintas emociones: el café, la carga histórica, algunas calles o paseos, ver muchas "postales" o fotogramas en primera persona, estar en el mismo lugar donde han ocurrido tantas cosas, la comida, el idioma. Incluso, formas físicas que resultan tan familiares: muchas veces me giré para mirar a algunas personas que podrían, perfectamente, haber sido parientes. Su perfil, sus ojos, sus cuerpos, el pelo, la postura, me parecían conocidos. Siempre hay algo que huele a casa en Italia...

Y si me preguntan si me gustó y quiero volver, la respuesta es, con total seguridad, sí. Para eso tiré la moneda en la Fontana di Trevi...

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  1. Anónimo21:43

    Ahora eres algo mas tú. Me viste por esos lados????????????Es el aire italiano que se contagia.

    Mamá

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