Diseñados para morir

Acabo de ver un documental que se emitió en La 2: "Comprar, tirar, comprar. La historia de la obsolescencia programada" de Cosima Dannoritzer (disponible en la Web por un periodo limitado de tiempo). La verdad es que te deja boquiabierto. Pero como todo, hay que mirarlo con perspectiva y buscar un poco más allá.

Empieza explicando la idea de la obsolescencia programada (OP), una política que comenzó a forjarse en los años 20 del siglo pasado y que promovía el diseño de productos que tuviesen una vida útil limitada, de manera que los usuarios tuviesen que comprarlos a menudo. La primera víctima de estas medidas, según el documental, fueron las bombillas normales. En sus inicios, ellas duraban más de 2.500 horas, comparadas con las 1.000 horas que lo hacen en la actualidad. Incluso nos llevan hasta EE.UU. para "conocer" una bombilla que lleva funcionando desde 1901 (en la foto). Lo mismo sucedería con las primeras medias de nylon, prácticamente irrompibles, pero que fueron sustituídas por una materia prima de menor calidad para asegurar sus ventas permanentes y progresivas.

Como no era rentable la producción de artefactos que tuviesen larga duración, comenzaron a recortar la calidad y se incorporó el concepto de "vida útil de un producto" al trabajo de diseño y fabricación. Actualmente, es parte de todo el proceso industrial.

Brooks Stevens, un diseñador de productos en los Estados Unidos de los años 50, dejó clara la idea. "El antiguo enfoque europeo era crear el mejor producto y que durara para siempre [...] El enfoque americano es crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado, que lo venda de segunda mano y que compre lo más nuevo con la imagen más nueva". Pero, tal como explica su hijo, la idea del creador no era hacer productos de mala calidad, sino despertar en el consumidor la necesidad de adquirir uno nuevo.

Así, el francés Serge Latouche, explica que son tres los pilares fundamentales que "mantienen la sociedad del crecimiento: la publicidad, la obsolescencia y el crédito". Es una escalada continua de crear nuevas necesidades que "obliguen" a comprar nuevos productos y a dejar otros que todavía se pueden usar. Todo el sistema está diseñado para sostener esta espiral continua.

Como idea es aterradora y, probablemente, acertada. Pero se le ve la pluma al incluir un par de ataques nada discretos contra Apple en la voz de "otros", entrevistados que se quejan del mensaje de modernidad y sostenibilidad de la empresa liderada por Steve Jobs, pero que está lejos de la realidad ya que no tiene un programa de tratamiento de residuos y diseña sus productos en base a la OP.

Tiene un aroma claramente ecologista y un mensaje verde que planea por todo el documental. Si bien le resta puntos y credibilidad, mantengo lo que decía hace un momento: esta realidad existe y hay que hacer algo para acabar con ella antes de que acabemos con los recursos de nuestro planeta, ya no sólo por exceso de consumo, sino por la contaminación que provocamos.

Tal como dice Latouche, "quien crea que el crecimiento ilimitado es compatible con un planeta limitado o está loco o es un economista". Por ello propone la instauración de una Sociedad del Decrecimiento, en oposición a la locura actual, porque permitirá hacer realidad la visión de Ghandi: "El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de algunos".

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