Bitácora de viaje (VII) - Día 6: New York - Vuelta a Manhattan en barco - Times Square - Musical en Broadway (07/10/2009)

Un largo y agotador día, pero muy entretenido y plenamente disfrutado. Después de un desayuno reponedor con bagels (son una perdición) en una tienda kosher (por raro que suene... y no se os ocurra pedir jamón en una tienda kosher, porque te miran mal... ¡a mí se me ocurrió!), nos fuimos rápidamente hacia la zona del Pier 83, a la altura de la calle 42 para coger el barco que nos daría una vuelta de 3 horas a toda la isla de Manhattan y nos acercaría a la Estatua de la Libertad.

Debo decir que disfruté como niño pequeño el viaje, aunque se hace un poco largo estar durante 3 horas, sobre todo cuando el tramo final es el más aburrido de todos. Me paré en la proa del barco, cual Titanic, y no me moví de ahí al menos en el 80% del trayecto, aguantando el viento y el frío para sacarle fotos a la Estatua de la Libertad y al skyline de Manhattan. Y ya que estaba ahí, a cuanto puente se me cruzó por delante, a Brooklyn, a parte del Bronx y a todo lo que flotaba en el agua. Pasamos por puentes que se elevaban, otros que giraban y por muchos sitios que, sinceramente, no tenían mayor atractivo que ser parte de NY, pero aguanté estoicamente lo que pude y mi cámara no me abandonó.

Supuestamente se oiría fuera lo que contaba un hombre con una voz destinada a dormir hasta al turista más despierto, porque tenía una cadencia que te iba adormilando poco a poco, lo que sumado al movimiento del barco, parecía la mejor canción de cuna jamás vista. Pero no, menos mal que fuera no se oía. Pero en el tramo final, cuando entré a sentarme dentro, a punto estuve de caerme redondo en medio del pasillo mientras me dejaba arrullar por ese "canto de sirena".

Después del paseo y las casi 200 fotos que hice, llegó la hora de despedir a Kathe y a Celine que volvían a Madrid. Las acompañamos y luego volvimos a casa a dejar algunas cosas. Pero la ciudad seguía ahí fuera y había que salir. Al poco rato, nos preparamos para caminar hacia la zona de Times Square, el Theatre District y a comprar un encargo que me habían hecho (todavía no puedo decirlo, porque es una sorpresa).

Anduvimos desde la calle 72 a la 49, cruzando el Columbus Circle (donde hay una de las tantas torres de Donald Trump) y que es también una de las esquinas de Central Park en la West 59th Street. Una vez cumplida la misión del encargo, nos encaminamos hacia Times Square para ver esa infinidad de carteles luminosos, las torres llenas de pantallas con anuncios y los miles de turistas que iban en busca de alguna entrada nocturna para Broadway. Como nosotros ya las teníamos, no nos preocupamos mucho y seguimos andando.

Callejeamos por la zona, pasamos por el Radio City Music Hall (mucho más “pequeño” de lo que pensaba), por el Rockefeller Center, la Catedral de Saint Patrick, la Iglesia de Saint Thomas, por el MOMA y por otros lugares aledaños. Localizamos el teatro donde habíamos quedado e hicimos una parada técnica en un café para contrarrestar el frío y el sueño. En ese momento agradecí el exagerado tamaño de los cafés en EE.UU., porque necesitaba unos cuantos para ser persona otra vez. La verdad es que en NY es todo grande: los edificios, las calles, los parques, los puentes, el río, la estatua, el café... y no se te ocurra pedir un bagel con queso philadelphia y jamón de pavo si no tienes mucha hambre, porque será una capa bastante gruesa de queso y unas 6-8 lonchas de jamón (eso dijo David). Yo sólo vi la capa de queso y ya era notable.

Una vez de regreso en la calle encontramos un lugar que era un oasis de tranquilidad: una terraza a media luz, con mesas y sillas para sentarse tranquilamente, mientras disfrutabas de una cascada cayendo por una inmensa pared, que te hacía perder por completo la sensación de estar en el corazón de Manhattan. Comentándolo con la gente, parece que es común que en NY existan esos remansos de paz (que no son como las terrazas de los bares o de las cafeterías, sino lugares de descanso "abiertos" al público sin fines de lucro) en los cuales puedes sentarte a disfrutar de un café, un libro o a ver la gente pasar.


Fotos mediante, ya se acercaba la hora de ir al musical, así que nos encaminamos hacia el Winter Garden Theater, donde estaban dando Mamma Mia!, el musical de Abba. Resta decir que lo pasamos genial y que el musical estaba muy bien hecho. No es por nada, pero a Madrid le falta mucho aún para ser una capital de musicales (aunque va bien encaminada). El teatro, además, era gigantesco y muy bien dispuesto para que todo el mundo pudiese ver sin problemas el escenario (siempre y cuando no le tocara un japonés cabezón como a mí, al que tuve que esquivar entre Waterloo, Voulez-Vous, Dancing Queen y Take a chance on me).

La idea al salir del teatro era cenar algo por ahí, pero el cansancio arreciaba y había que prepararse para el siguiente día que prometía ser bastante intenso. Nos metimos al metro para ir a casa y estuvimos esperando cerca de media hora y sólo pasaban trenes de la línea D y no de la B que era la que nos servía. Hasta que se nos ocurrió preguntar y nos enteramos de que la línea B llevaba dos horas sin pasar. Así que de vuelta a la calle, caminar otro poco y coger otra línea de Metro. Al final, ni cena ni descanso ni nada. ¡Cosas del turismo!

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  1. Anónimo00:21

    Tomás, me tiene AGOTADA, que manera de cansarse tío.Pero bueno, son jóvenes y lo pueden hacer. Anotame el lugar de remanso, sería al único que iría, definitivamente el turismo no va conmigo.
    Mamá

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