Bitácora de viaje (VI) - Día 5: Fleischmanns - New York (06/10/2009)

El desayuno, como no, fue muy abundante: bagels, tostadas, miel, queso crema, magdalenas, leche, café, té, fruta, pastel de calabacín (sí, para el desayuno…), chocolate caliente, etc. Nos pusimos hasta las cejas, recogimos maletas y nos fuimos, no sin antes hacer otra sesión de fotos frente a la casa.

Desde ahí casi no paramos hasta llegar al Woodbury Common Premium Outlet (recomendado no sólo por Pili y Raúl, sino que también por los Sommer), un centro comercial al aire libre, lleno de tiendas, de ofertas y donde comenzamos la sesión de compras neoyorquinas. Fue todo un récord recorrerlo en dos horas, comprar, ir al baño, cambiarse de zapatos, fumarse un cigarro y ponerse al día respecto a las nuevas adquisiciones una vez que nos volvimos a encontrar. Compras hechas y viaje resuelto. El siguiente destino era el aeropuerto de JFK para dejar los coches, coger el metro e ir hacia nuestros respectivos alojamientos en Manhattan.

Después de dar unas vueltas alrededor del aeropuerto para poder echar gasolina y devolver el estanque lleno, logramos encontrar el acceso al Car Rental y devolver la van. Nos repartimos las maletas, bolsas, zapatos y cosas que estaban dando vueltas, y nos fuimos hacia el metro que, en el primer contacto (y también el segundo, el tercero y el cuarto) es un poco complicado. No cuesta nada salir del aeropuerto hacia Manhattan, pero una vez que estás ahí y tienes que elegir la estación, la línea (por la que corren varios metros en distintos momentos), subirte o no a un metro express que no para en todas las estaciones y lidiar con la gente, las maletas, etc. En fin, que en vez de parar en la 72 que era nuestra parada, fuimos a dar a la 125; así que otra vez a coger el metro de vuelta y bajarse en el lugar correspondiente. Cerca del piso estaba el edificio Dakota (donde vivió John Lennon), Central Park, la calle Broadway y la Columbus Avenue. Muy bien ubicado en el Upper West Side. Mientras, David y Nacho se iban al Candy Hotel (lo siento, pero tiene nombre de cabaret de mala muerte), que quedaba unas 20 calles más arriba y donde, por lo visto, estuvieron muy bien.

Llegamos al departamento, dejamos las cosas, descansamos un momento y al poco rato volvimos a salir. Pero la primera impresión del piso no fue muy alentadora: era pequeño, aunque agradable. No obstante, me mató el baño, porque tenía un mínimo espacio entre la bañera y una columna, para poder sentarse (nos entendemos ¿no?). Es decir, que para gente tamaño XL no era muy acogedor. Agobios aparte, salimos corriendo porque se nos pasaba la hora y habíamos quedado sobre las 18 horas en Chinatown (no está mal como primer barrio de contacto con Nueva York). Al final, llegamos un poco tarde, pero nos encontramos con David y Nacho, y nos fuimos andando desde ahí al Meatpacking District, donde nos esperaba una cena en “The spice market”.


La caminata fue larga y agotadora, entre el cansancio acumulado y la mucha gente que había en la calle, se hizo pesada. Algo más de una hora después, y luego de cruzar parte del SoHo o del Village (la verdad es que no me enteré de mucho porque estaba oscuro y sólo me concentraba para no joderme más el tobillo, así que iba mirando hacia abajo), llegamos a esta zona de NY que antes era donde se concentraban las carnicerías y que se ha reconvertido en un barrio muy moderno, lleno de bares, restaurantes, tiendas y pisos. Todo muy luminoso, con una mezcla curiosa de viejo/nuevo, y con muchas cosas por descubrir. Una de las cosas más interesantes de este barrio y de todo NY, es el arte callejero, las pintadas, grafittis y todo lo que se puede encontrar en las paredes. Hay algunas que te dejan con la boca abierta.

Como la reserva era más tarde, entramos a un bar llamado “Revel” (10, Little West 12th Street) con un jardín y un árbol dentro, a tomar unos “cocktails” mientras esperábamos. El lugar era impresionante y, además, creo haber visto a Ben Kingsley (el Gandhi de la película) sentado en la primera mesa, aunque no puedo asegurarlo con total certeza. Ya con uno o dos cocktails en el cuerpo, nos encaminamos hacia “The spice market” (West 13th Street con la 9th Avenue, http://www.spicemarketnewyork.com), un antiguo mercado de especias reconvertido en restaurante. No puedo decir otra cosa que no sea “impresionante”: muy bonito, cuidado, con buen gusto. Nos llevaron a un reservado en la planta baja, con unos cómodos y mullidos sofás donde nos sentamos a degustar todas las cosas ricas que nos trajeron: rollos de pato, samosas de pollo con especias, sopa de calabaza y jengibre, pollo con naranja y pomelo, carne con una salsa de hierbas que estaba sensacional, y otras muchas exquisiteces. Y todo acompañado de arroz aromatizado y verduras.

Ese día vi una de las cosas más curiosas que me tocó ver en NY: el hombre del agua. Aquí en España si pides agua te llevan una botella individual, una grande o una jarra de agua y la dejan en la mesa. No, en NY te ponen el vaso y hay una persona que está toda la noche rellenándolos no cuando están vacíos, sino cuando apenas le das un par de tragos. Luego contaré la otra impresión que me llevé en el baño de un restaurante de Little Italy.

Y aunque parezca raro, que también es otra de las sorpresas en NY, es que comer no es nada caro. Toda esta maravillosa cena nos salió a cada uno por 30-35 dólares, unos 20-25 euros (para la familia chilena, unos 15 mil pesos). Desde ahí, caminamos un poco por la zona disfrutando de las tiendas, la escalera de cristal del Apple Store y de otras muchas cosas que había por ahí para mirar: edificios o terrazas que cambiaban de color, árboles de luces, etc. De ahí el metro a casa y a dormir, que estábamos todos agotados.

El plan para el día siguiente era encontrarnos a las 9 y ver qué haríamos, aunque ya había algunas ideas rondando.

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  1. Anónimo13:22

    Ya no me parece tan maravilloso tu viaje, a mi me da un infarto tanta gente y ademas QUE MANERA DE COMER en todas partes nunca comieron ensaladas o frutas?????????
    Definitivamente me quedo en el principio del viaje
    Mamá

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