Bitácora de viaje (III) - Día 2: Walton - Pratsville - Mine Kill - Blenheim-Gilboa (03/10/2009)

Después de un copioso desayuno en casa de los Sommer (todo delicioso, apetitoso, calórico y bien hecho), nos esperaba el camino y el itinerario que Eddie nos había preparado con tanto esmero. Teníamos un par de horas de viaje a través de los Catskills para ver algunos de los “landmarks” de la zona: una histórica casa que ha sido transformada en un museo, mientras que su terreno se ha convertido en una planta hidroeléctrica; la visita a los “farm” para comprar maíz fresco; una zona de paseo con un puente cubierto incluido y una reserva india, a la cual no pudimos llegar por falta de tiempo.

La primera parada fue en Pratsville debido a un problema con el ma
pa. Ya es de sobra sabido que los entiendo poco, pero es que la indicación era para liarse. Un cruce de caminos que parecía un asterisco y tomamos una salida en vez de otra. No fue mucho, pero nos sirvió para conocer otro lugar. No hay mal que por bien no venga, dicen.


Después llegamos al primer hito: Mine Kill, una casa ligada a la historia del Estado de Nueva York desde el siglo XVIII y por la que habían pasado importantes familias de la zona. Incluso, en el último tiempo, han encontrado algunos otros objetos que estaban escondidos, entre ellos, una bandera de los EE.UU. cuando aún tenía 13 estrellas. El lugar, que está bajo el programa “Power Plant Project”, ha sido restaurado con mucho del mobiliario original y se ha hecho un minucioso trabajo de investigación para mantener la casa más o menos en su estilo original. El tour nos lo hizo Bertha, una amable mujer que nos contó todo lo que pudo sobre el lugar y sus habitantes.

Después de descansar un rato en los jardines de Mine Kill, nos fuimos hacia un mirador en Blenheim-Gilboa, donde estuvimos un rato sentados debajo de unos árboles mientras algunos se aventuraban hacia unas cascadas que estaban mucho más cerca de lo previsto. Después vimos el puente cubierto, como los de la película “Los puentes de Madison” y nos bajamos a hacer una importante sesión de fotos (creo que entre todos habremos sacado no menos de 60 fotografías). Menos mal que había una pareja caminando por ahí y pudimos tener una foto grupal sin problemas.

Poco después pasamos por el Farm donde no encontramos el maíz, pero sí compramos las manzanas para Celine, las berenjenas para Anna y algún “dulce” local. Era una especie de mercado de verduras, frutas, flores y productos selectos: un paraíso gourmet pero más “ecológico”.

La carretera nos llevó luego a un pueblo impronunciable para mí: Schoharie. Ahí nos sentamos a comer una pizza gigantesca –que nos fue imposible acabar- y nos permitimos descansar un poco antes de volver a casa, donde nos esperaba el último compañero de viaje en llegar: David. Se perdió esa parte del tour, pero con las fotos y los relatos de todos, creo que en parte siente haberla vivido. Eso sí, todavía le tiene guardada una a Celine que envió una foto “grupal” para recordar el viaje, justo del momento en que él no estaba.

De regreso a casa y ya con todos los regalos en la mano, le dimos a los Sommer, a Jolene y a las niñas sus respectivos presentes: vinos, quesos, juguetes, turrones blandos y duros. Todos contentos, nos sentamos a cenar. Irma nos había preparado otra abundante y deliciosa comida de la que dimos cuenta entre risas y recuerdos. Al acabar, Celine les entregó el Scrapbook que había hecho con las fotos de Mien, lo que provocó además de un momento emotivo, otra avalancha importante de recuerdos. Todos agradecidos y contentos, nos fuimos a dormir.

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  1. Anónimo13:54

    Herrmoso Tomás, me emociona el cariño de la familia y las cosas que han visto. Tal como simpre te digo yo las viajo contigo , me enbarro en el carrito, rezo en la Iglesia, NO ME COMO LAS COSAS CALORICAS, comparto con tus amigos etc.
    Mamá

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