Platonov, de Anton Chéjov


¡Qué falta me hace ir más seguido al teatro! Ayer fui a ver "Platonov", una de las primeras obras de Chéjov, y me dí cuenta de la experiencia completa que implica asistir a un espectáculo teatral: lo vives, vibras, te dejas llevar. Pero también ves la transformación de los actores en carne y hueso, sus errores, su interacción, su desplazamiento sobre el escenario. Con todo lo fan del cine que soy, es algo que jamás podremos ver en pantalla, ni siquiera en aquellas que son prácticamente una obra de teatro en celuloide.

La obra es muy intensa. Un grupo de personajes que coinciden en una fiesta y, a partir de la cual, se desatan todas las pasiones contenidas, se reabren las heridas y se crea el conflicto. Con una muy buena adaptación -porque la original dura 6 horas o más- han dejado un texto de 2 horas y 45 minutos en los que la acción y la tensión no decaen nunca.

Romance, desamor, dolor, risas, traición, soberbia, avaricia y venganza; todos ingredientes de un texto en el que se pueden ver los arquetipos de una sociedad -según dicen, los que corresponden a la Rusia de finales del siglo XIX- pero que podríamos ubicar en alguna más actual. Platonov es un hombre que va caminando hacia un lugar del que no podrá volver. Desde el primer momento, y pese a una felicidad aparente, nos damos cuenta de que el mundo le queda pequeño -o demasiado grande- y que arrastrará en su camino a todo aquel que se interponga.

La puesta en escena es muy sobria, pero bien pensada y resuelta. Paneles móviles y proyecciones, nos transportan a los distintos escenarios donde se produce la acción, sin necesidad de grandes transiciones ni excesivos movimientos. Muy lograda la ambientación, además, con el sonido y las luces, que mantienen la misma sobriedad, pero que cobran fuerza en los momentos adecuados.

Los actores, como media, han estado muy correctos en sus respectivos papeles. En la individualidad, es cuando se muestran las marcadas diferencias de talento entre uno y otro, además de su presencia en el escenario y la capacidad para transmitir sus emociones. Aún así, la producción del Centro Dramático Nacional se convierte en un espectáculo digno de ver, de disfrutar y de sentir en lo más profundo.

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