"Once" (2006)

Escribir sobre "Once" cuando la he terminado de ver hace unos pocos minutos me parece difícil. No porque me cueste escribir sobre ella, sino porque deja una sensación tan agradable el verla y unas ganas de procesar toda esa música otra vez, que hasta parece una falta de respeto el aventurarse en algo así.

La cinta se caracteriza por una historia muy sencilla, simple, cotidiana sin ir muy lejos: chico+chica que se "deslumbran" al ritmo de la música que componen y tocan, y que, por las vueltas de la vida, les ocurren cosas que los hacen seguir el camino que deciden tomar (no voy a contar nada específico de la película por si alguien no la ha visto). Hasta aquí, puede parecer cualquier trama ya sabida, pero la gracia es que está contada sin ñoñerías ni con la facilidad de muchos films: simplemente las cosas ocurren en su debido tiempo y de la forma en que deben ocurrir.

Es allí donde radica su principal encanto, su fortaleza: en una historia de ¿amor? sin dobleces ni mentiras, donde lo que vemos es lo que hay. Casi la vivimos en carne propia y entendemos lo que ocurre, las reacciones y los momentos. Todo esto acompañado de una música muy lograda, correcta y precisa para cada instante, que llega a su punto más alto -desde un punto de vista muy personal- la primera vez que cantan juntos, pero que casi nunca agota (excepto en un track que se repite varias veces en la segunda mitad y que puede llegar a cansar).

Uno de los descubrimientos de la película es el talento de los actores: Glen Hansard y Markéta Irglová, que no sólo interpretan a los personajes y las canciones, sino que además firman la letra y la música de toda la banda sonora. Sus carreras han sido bastante mínimas y, de momento, no tienen nuevos proyectos actorales en carpeta.

Nominada al Oscar y al Grammy por su música -sólo ganó el primero por Mejor Canción por "Falling slowly"- y triunfadora en muchos festivales, aclamada por la crítica y el público, "Once" se convirtió en un fenómeno hace un par de años, incluso siendo considerada una película indie y "pequeña", más aún porque su director John Carney se ha caracterizado por films de bajísimo presupuesto, prácticamente artesanales. Después de ella, Carney se encuentra finalizando un proyecto que nunca llegó a ver la luz y en la pre-producción de uno nuevo.

La película tiene mucho más encanto que talento cinematográfico, pero nos enseña una importante lección: las buenas historias conquistan a crítica y público cuando son honestas y no intentan engañar a nadie. Éste debería ser un tópico más común en un cine sobrecargado de espectacularidad vacua y demasiadas expectativas. Quizás el verdadero camino esté en el corazón y el alma, en buenas ideas y en un trabajo más personal.

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