Explosivo Escorial

El lunes 15, un muy bien ubicado festivo en el calendario, era un día genial para preparar algún paseo por los alrededores. Cinco cabezas y diez piés salimos rumbo a El Escorial algo más allá de la media tarde, donde la fiesta también se apoderaba de las calles (nada que ver con esas desoladas tardes de invierno), mucho ruido, gente por todos lados, música, terrazas repletas. Dejamos el coche, caminamos hacia el monasterio, donde más tarde celebraríamos el punto cúlmine de la jornada.
Recorrimos algunos lugares, entre callejuelas, plazas y unas vistas sensacionales, todo eso disfrutando de algunos grados menos (lo que se agradece siempre). Más tarde, cuando el hmbre arreciaba a eso de las 10, pedimos unas tapas en un bar muy típico y luego de regreso al monasterio, porque ya sería hora de un espectáculo pirotécnico que pometía ser de proporciones.
Había mucha gente sentada en las piedras que rodean el lugar, familias completas, jóvenes, viejos, todos a la espera de la medianoche que, con puntualidad casi perfecta, comenzara la música y los fuegos artificiales, que en una sincronización muy bien lograda, iluminaron la noche y a todos los que estábamos ahí. Durante 15 o 20 minutos nos quedamos impactados con las figuras trazadas en el cielo: espirales, medusas, lluvias de luces, destellos. Dicen que es uno de los mejores eventos pirotécnicos de España. No puedo asegurarlo, simplemente porque no he visto más, pero de que fue impresionante, lo fue.
Y luego, a la realidad. Volver a casa, a Madrid, y retomar la rutina de la semana.
Ya es miércoles, el calor aún arrecia por estos lados, el trabajo agobia y la gente comienza a regresar de sus vacaciones, primer indicio de que al verano no le queda mucho más y que el otoño, es de esperar, temple el clima.

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